¿Qué significa que el cuerpo sea un territorio político? La respuesta va más allá de lo simbólico: en México, millones de mujeres enfrentan diariamente decisiones impuestas sobre su salud, sexualidad y maternidad. La lucha por la autonomía corporal es una batalla concreta por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, en un país donde aún persisten múltiples formas de violencia y control.

La autonomía corporal implica que cada persona pueda tomar decisiones libres sobre su cuerpo, sin coerción ni violencia. Sin embargo, el informe “Mi cuerpo me pertenece” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) revela que en 57 países en desarrollo, casi la mitad de las mujeres no puede decidir sobre su salud sexual y reproductiva, incluyendo el uso de anticonceptivos o la posibilidad de negarse a relaciones sexuales.
En México, aunque se han logrado avances como la despenalización de la interrupción del embarazo en trece estados hasta mayo de 2024, muchas mujeres aún enfrentan barreras legales, sociales y culturales que limitan su autonomía.
El cuerpo como territorio: una visión desde los feminismos latinoamericanos
El concepto de «cuerpo como territorio» se desarrolla por feministas indígenas y rurales en América Latina. Esta perspectiva reconoce que el cuerpo es el primer espacio de resistencia frente a sistemas de opresión como el patriarcado, el racismo y el colonialismo. Lorena Cabnal, activista guatemalteca, plantea que la defensa del cuerpo está intrínsecamente ligada a la defensa del territorio, ya que ambos son espacios en disputa dentro de sistemas de dominación.
Esta visión enfatiza que la lucha por la autonomía corporal no puede separarse de la lucha por la tierra y los recursos naturales, especialmente en comunidades donde las mujeres enfrentan despojo territorial y violencia sistemática.
Placer y resistencia: el poder político del goce
El placer también es una forma de resistencia. Fabiola Trejo, psicóloga e investigadora mexicana, ha destacado la importancia del placer sexual en el empoderamiento de las mujeres. Su trabajo promueve la justicia sexual y desafía los tabúes que rodean la sexualidad femenina, especialmente en contextos donde el placer ha sido históricamente negado o reprimido. Trejo aboga por una sexualidad libre de coacciones, donde las mujeres puedan explorar y disfrutar de su cuerpo sin culpa ni miedo, reconociendo el placer como un derecho fundamental y una herramienta de empoderamiento.
La autonomía corporal es un derecho humano esencial que aún está lejos de ser una realidad para muchas mujeres en México. Reconocer el cuerpo como territorio político implica entender que las decisiones sobre el propio cuerpo están profundamente influenciadas por estructuras sociales, culturales y políticas. Avanzar hacia una autonomía plena requiere políticas públicas que garanticen el acceso a la salud sexual y reproductiva, educación integral en sexualidad y la erradicación de todas las formas de violencia de género. El camino hacia la autonomía es también un camino hacia una sociedad más justa e igualitaria, donde todas las personas puedan vivir y disfrutar de su cuerpo con libertad y dignidad.
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