¿Por qué aún sentimos culpa cuando el cuerpo no responde a nuestras expectativas? En el marco del Día Mundial de la Fertilidad, urge hablar abiertamente de la infertilidad. Como sociedad debemos verla desde una mirada feminista, libre de tabúes, que cuestione los mandatos sociales sobre la maternidad y denuncie la presión emocional que muchas personas —sobre todo mujeres— enfrentan en silencio.

La infertilidad es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad del sistema reproductivo. Formalmente, se define como la incapacidad de lograr un embarazo después de doce meses o más de relaciones sexuales sin protección. Según el informe de la OMS publicado en 2023, afecta a una de cada seis personas en edad reproductiva en el mundo.
A pesar de ser un problema de salud global, sigue rodeada de estigmas: se asocia erróneamente con una falla personal, una incapacidad para cumplir con lo que se espera socialmente del cuerpo femenino. Esta percepción genera sentimientos de vergüenza, culpa y aislamiento.
Infertilidad sin culpa: desmontar mitos con datos
Hablar de esterilidad es hablar de derechos, no de fallas. Las causas son múltiples y no siempre están en control de quien la padece. Factores como alteraciones genéticas, que son causantes del cuarenta por ciento de los casos, exposición a contaminantes, tabaquismo, obesidad, estrés crónico o incluso causas inexplicables están documentadas en reportes médicos y científicos.
El silencio impuesto por los estigmas no solo empeora el malestar emocional: también retrasa la búsqueda de atención médica y obstaculiza el acceso a tratamientos. Por eso, en el Día Mundial de la Fertilidad, es clave promover espacios de información y acompañamiento libres de prejuicios.
Hablemos también del mandato de la maternidad
Desde el feminismo responsable e interseccional, entendemos que el sufrimiento por esterilidad no se debe únicamente al deseo individual de tener hijas o hijos. Muchas veces está alimentado por el mandato de la maternidad, que reduce el valor de las mujeres a su capacidad reproductiva. Cuestionar esto no significa negar el dolor, sino reconocer que ese dolor también tiene raíces culturales, sociales y políticas.
El Día Mundial de la Fertilidad, conmemorado cada 4 de junio, es una oportunidad para transformar esta conversación. No se trata solo de visibilizar la esterilidad, sino de romper con los discursos que responsabilizan a las personas por su condición, en especial a las mujeres. La infertilidad no debe ser vivida con culpa ni vergüenza. Necesitamos más información, más empatía y un enfoque de salud pública con perspectiva de género. Porque el silencio no es neutral, y el cuerpo no debe ser campo de castigo, sino territorio de derechos.
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