¿Cómo se construyen las ideas que tenemos sobre nuestra piel? ¿Qué sucede cuando alguien descubre, ya adulta, que su apariencia ha sido leída por otros como algo “negativo”? Esta es la experiencia que compartió Yalitza Aparicio en una reciente entrevista con Crear Transforma, donde reflexionó sobre el racismo interiorizado y las estructuras que aún limitan a millones de personas en México.

Desde su niñez en Oaxaca, Yalitza Aparicio nunca pensó que su tono de piel fuera un problema. Al contrario: asociaba los tonos más oscuros con altura, fuerza y belleza. Pero al ingresar al mundo del espectáculo, se topó con una realidad distinta. Comentarios como “eres muy morena” le hicieron entender que su color ya no era admirado, sino juzgado. Así comenzó a tomar conciencia del racismo sutil, normalizado y profundamente arraigado en distintos sectores de la sociedad mexicana.
El racismo que no se dice, pero se vive
Lo más revelador de esta entrevista es cómo la actriz describe el momento en que se dio cuenta de que su piel no era percibida como «neutral». El cambio de entorno le mostró que existen narrativas impuestas que asocian ciertos tonos con lo negativo o con lo inferior. Yalitza no fue “educada” en ese rechazo, lo descubrió a través de las palabras y miradas de otros. Es decir, el racismo no solo se transmite por insultos evidentes, sino también por silencios, omisiones y estigmas cotidianos.
Este testimonio pone en evidencia cómo funciona la exclusión estructural. La trayectoria pública de Aparicio ha estado marcada por la resistencia: tras su nominación al Óscar y su trabajo como embajadora de la UNESCO, ha enfrentado múltiples formas de discriminación. Pero ha convertido esa vivencia en una herramienta de lucha. Su voz se ha vuelto clave para visibilizar a comunidades que históricamente han sido marginadas.
Yalitza Aparicio y la necesidad de hablar del racismo aprendido
Más allá de su experiencia personal, lo que hace valiosa esta reflexión de Yalitza es su impacto colectivo. No se trata solo de una actriz reconociendo el racismo, sino de una figura pública que abre camino para hablar de cómo aprendemos a rechazar lo que somos —y lo que son otras— por la presión de los estándares dominantes.
La entrevista no da respuestas fáciles. Pero sí deja una pregunta clara: ¿a quiénes se nos enseñó que nuestra piel valía menos? Y más importante aún: ¿cómo podemos empezar a desmontar ese pensamiento?
El poder de decirlo en voz alta
La valentía de la actriz al nombrar estas experiencias ayuda a que otras mujeres, especialmente indígenas y racializadas, encuentren una narrativa distinta: una donde su identidad no sea objeto de juicio, sino de orgullo. Yalitza, con claridad y humildad, está contribuyendo a cambiar la conversación.
En tiempos donde se habla tanto de inclusión, su historia recuerda que aún queda mucho por hacer para erradicar el racismo desde sus raíces culturales. Por eso, el testimonio de Yalitza Aparicio no es solo importante: es necesario.
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