¿Cómo se abrió paso una mujer artista en el París del siglo XVIII? La historia de Adélaïde Labille-Guiard no solo es fascinante por su talento como pintora, sino porque encarna una lucha que sigue vigente: el acceso de las mujeres al reconocimiento profesional en espacios tradicionalmente masculinos. Hoy recordamos su nacimiento y reflexionamos sobre su legado desde una mirada feminista.

Adélaïde Labille-Guiard nació en París en 1749, en el seno de una familia burguesa. Desde temprana edad, mostró habilidades artísticas notables, y pese a las limitaciones de género de la época, logró formarse con reconocidos maestros como François-Élie Vincent y Maurice Quentin de La Tour. Su perseverancia la llevó a dominar la técnica del pastel, una habilidad que la destacaría entre sus contemporáneos. Actualmente es recordada como representante del feminismo en el arte.
En 1769, Adélaïde Labille-Guiard se unió a la Académie de Saint-Luc, donde presentó sus primeras obras como pintora. A pesar del cierre de la institución años después no abandonó su camino. En 1783, logró un hito: fue una de las pocas mujeres admitidas en la Real Academia de Pintura y Escultura de Francia. En un contexto donde las mujeres eran vistas como musas, no como creadoras, ella irrumpió con fuerza como artista profesional.
“Autorretrato con dos alumnas”: arte, pedagogía y sororidad
Su obra más reconocida, Autorretrato con dos alumnas (1785), no solo muestra su virtuosismo técnico, sino que también funciona como una declaración política. En ella, Adélaïde se representa como una maestra que transmite su conocimiento a otras mujeres. Esta escena rompe con el imaginario dominante de la época y plantea una visión feminista del arte como herramienta de emancipación.
Además de crear, Labille-Guiard enseñaba, abría camino a otras y defendía con firmeza la inclusión de más mujeres en espacios académicos. Fue una voz activa durante la Revolución Francesa, retratando figuras políticas relevantes y reclamando igualdad en el acceso al arte.
Adélaïde Labille-Guiard: Un legado más allá del lienzo
Adélaïde Labille-Guiard murió en 1803, pero su influencia perdura. Sus obras se conservan en museos de prestigio como el Louvre y el Met, pero su verdadero impacto va más allá de la técnica pictórica: fue una mujer que abrió puertas.
En el presente, su figura sigue inspirando debates sobre la representación, el reconocimiento y el derecho de las mujeres a crear, enseñar y ocupar espacios públicos. Recordarla hoy no es solo un acto de memoria, sino una oportunidad para repensar cómo seguimos construyendo equidad en el arte y más allá.
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