¿Puede el feminismo, en su afán de liberar, terminar oprimiendo? Esta pregunta incómoda ha ganado fuerza en los últimos años, especialmente cuando se analizan los impactos del occidentalismo dentro del movimiento feminista global. Si alguna vez te preguntaste por qué algunas mujeres no se sienten representadas por ciertos discursos feministas, este artículo es para ti.

El occidentalismo es un enfoque que asume que las experiencias, valores y modelos del mundo occidental son universales y, por tanto, aplicables a todas las personas, sin importar su contexto cultural. Cuando este sesgo se filtra en el feminismo, da lugar a lo que se conoce como un sesgo en el feminismo: una tendencia a imponer formas de emancipación que no consideran la diversidad cultural ni las voces propias de las mujeres no occidentales.
A este fenómeno lo critica especialmente el feminismo poscolonial, que denuncia la representación de las mujeres del “tercer mundo” como pasivas, oprimidas y necesitadas de rescate. Este enfoque, además de simplificador, es profundamente condescendiente y reproduce lógicas coloniales bajo el disfraz de la liberación.
La interseccionalidad como antídoto al occidentalismo
Frente al occidentalismo, la interseccionalidad se presenta como una herramienta imprescindible. Esta perspectiva reconoce que las experiencias de las mujeres no están determinadas sólo por su género, sino también por su cultura, religión, raza y clase. Es decir, no hay una única forma de ser mujer ni una única vía hacia la igualdad.
Intelectuales como Chandra Talpade Mohanty, Fátima Mernissi y Sirin Adlbi Sibai han sido clave en señalar que el feminismo debe escuchar a todas las mujeres, no hablar por ellas. Desde el feminismo islámico, por ejemplo, se promueve una interpretación del islam que defiende la igualdad de género desde dentro de la religión, sin necesidad de adoptar modelos occidentales.
El hiyab: ¿realmente es opresión?
Uno de los símbolos más debatidos dentro de este tema es el hiyab. Mientras algunas voces del feminismo occidental lo consideran un emblema de opresión, muchas mujeres musulmanas lo reivindican como una elección personal y una forma de autonomía. Diversas investigaciones han demostrado que su uso voluntario es, en muchos casos, una expresión de identidad y resistencia.
Para que el feminismo sea verdaderamente emancipador, debe reconocer que no hay un solo modelo válido de liberación. Romper con el occidentalismo implica respetar los contextos, escuchar las voces locales y abandonar la idea de que todas las mujeres deben ser «salvadas» de la misma manera.
La diversidad no debilita al feminismo. Lo fortalece. ¿Y tú, qué otras voces feministas crees que aún no hemos escuchado lo suficiente?
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