¿Qué pasa cuando trabajar no solo no garantiza estabilidad económica, sino que además pone en riesgo la salud física y mental? Este es el escenario que enfrentan millones de mujeres atrapadas en la precarización laboral. Hoy te contamos por qué este fenómeno tiene un impacto desproporcionado en ellas y qué implicaciones tiene para toda la sociedad.

La precarización laboral se refiere a condiciones de trabajo inestables, mal remuneradas, sin acceso a seguridad social y con escasa protección de derechos laborales. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina, las mujeres tienen un 23 por ciento más de probabilidades de estar en empleos informales que los hombres.
El problema se agrava cuando se suma la sobrecarga de tareas de cuidado no remuneradas, que recaen principalmente sobre las mujeres, limitando sus oportunidades de acceder a empleos de calidad.
El triple desafío: precariedad, salud e inseguridad laboral
Las mujeres enfrentan un círculo vicioso: la precariedad laboral las empuja a aceptar empleos inseguros, muchas veces en sectores feminizados como el trabajo doméstico, los cuidados y los servicios. Según ONU Mujeres, el 75 por ciento del trabajo de cuidado no remunerado en el mundo es realizado por mujeres.
Esta situación genera múltiples consecuencias:
- Salud física y mental deteriorada: La inestabilidad y el estrés continuo aumentan los riesgos de ansiedad, depresión y enfermedades cardiovasculares, como alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
- Mayor exposición a inseguridad laboral: La falta de contratos formales y de acceso a prestaciones sociales deja a las mujeres en situación de vulnerabilidad permanente.
- Limitaciones para salir del círculo de inestabilidad: Las jornadas extensas, dentro y fuera del hogar, reducen las posibilidades de acceder a formación o mejores oportunidades laborales.
¿Qué caminos se proponen para combatir la precarización laboral?
La precarización laboral que afecta de manera desproporcionada a las mujeres requiere soluciones estructurales:
- Reconocimiento y redistribución del trabajo de cuidados: Crear políticas públicas que valoren y socialicen estas tareas.
- Acceso igualitario a empleos de calidad: Impulsar la contratación de mujeres en sectores estratégicos con condiciones laborales dignas.
- Protección social universal: Asegurar prestaciones básicas como salud, jubilación y licencias para todos los tipos de empleo.
Iniciativas como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas incluyen entre sus objetivos promover la igualdad de género y trabajo decente para todas las personas.
La precarización laboral no es solo un problema de ingresos; es una amenaza directa a la salud y el bienestar de millones de mujeres. Entender esta realidad es el primer paso para exigir cambios profundos que combatan la inseguridad laboral, la precariedad y la inestabilidad que hoy siguen marcando sus vidas.
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