¿Quién cuida mientras el mundo trabaja? Cada día, millones de personas —en su mayoría mujeres— realizan tareas esenciales para la vida: cocinar, limpiar, criar, acompañar. Sin embargo, este trabajo de cuidados no solo es invisibilizado, sino que permanece sin paga ni reconocimiento. ¿Por qué el sistema económico depende de algo que no valora?

El trabajo de cuidados incluye las actividades necesarias para garantizar el bienestar físico y emocional de las personas: desde bañar a un bebé hasta cuidar a una persona enferma. Puede ser remunerado (como el que hacen enfermeras o trabajadoras del hogar) o no remunerado, como el que se hace en casa para familiares.
Según ONU Mujeres, a nivel mundial las mujeres realizan tres veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres. En México, el INEGI estima que este trabajo representa el 24.3 por ciento del PIB, más que industrias como la manufactura o el comercio, y sin embargo no forma parte del mercado formal ni da acceso a derechos laborales.
Trabajo de Cuidados: Un pilar invisible de la economía
El trabajo doméstico o de cuidados es un pilar económico, aunque no se le reconozca como tal. Si estas tareas dejaran de hacerse, el sistema productivo colapsaría. Ninguna persona podría asistir a su empleo si alguien no cuida a sus hijas e hijos, a personas mayores o dependientes.
Sin embargo, este pilar es invisible. No aparece en las cuentas nacionales de producción, ni en los indicadores de desarrollo. ¿El resultado? Una doble injusticia: quienes hacen el trabajo más esencial son también quienes menos acceso tienen a ingresos, tiempo libre o seguridad social.
¿Por qué esto es un problema estructural?
La distribución desigual del trabajo de cuidados profundiza otras desigualdades. Limita la autonomía económica de las mujeres, amplía la brecha salarial y reduce su participación política y social. El IMCO en 2023 informó que las mujeres mexicanas dedican en promedio 40 horas semanales al cuidado no remunerado, el equivalente a una jornada laboral completa sin sueldo.
Además, ante la falta de políticas públicas, muchas mujeres abandonan sus empleos o aceptan trabajos precarios para poder cuidar. Visibilizar este trabajo no basta. Es urgente que los Estados lo reconozcan como un pilar económico y redistribuyan la carga con políticas efectivas: sistemas nacionales de cuidados, servicios públicos accesibles, corresponsabilidad entre géneros y sectores.
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