¿Por qué hay niñas que cargan con insultos, burlas o aislamiento todos los días, solo por ser quienes son? La combinación de racismo, capacitismo y acoso escolar forma una red de violencias que muchas veces pasa desapercibida, pero que afecta profundamente a niñas racializadas o con discapacidad en México. Hablar de bullying racista y capacitista no es exagerado: es urgente.

Existe una doble discriminación en muchas aulas: el bullying racista y capacitista. Las niñas indígenas, afromexicanas o con discapacidades no solo enfrentan el mismo acoso escolar que otras menores. También son blanco de discriminación escolar por sus características físicas, su lengua, su movilidad o su forma de aprender.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), el 31.2 por ciento de niñas y niños indígenas reportaron haber sido tratados de forma injusta en la escuela. Por otro lado, el Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (CEMABE) indica que solo el 41 por ciento de las escuelas en México cuenta con infraestructura básica para estudiantes con discapacidad. Esto no solo genera barreras físicas, sino simbólicas: el mensaje que reciben es que su presencia no fue considerada.
El impacto silencioso del bullying racista y capacitista
El bullying racista y capacitista puede manifestarse de diversas maneras. Por ejemplo, burlas por el tono de piel, ridiculización de la lengua materna, aislamiento de actividades o desconfianza hacia la capacidad intelectual o física de una niña. A largo plazo, estas experiencias deterioran la autoestima, afectan el rendimiento académico y aumentan la deserción escolar.
Un informe del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) detalla que la discriminación múltiple impacta con mayor intensidad a las niñas. Esto debido a que se intersecta con normas patriarcales que invisibilizan sus necesidades y derechos.
Invisibilización institucional: ¿quién protege a estas niñas?
Aunque existen leyes como la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad o la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, su aplicación en las escuelas sigue siendo limitada. Las estadísticas no reflejan adecuadamente los casos de discriminación escolar interseccional, y los mecanismos de denuncia suelen estar fuera del alcance de las niñas.
La falta de protocolos específicos agrava el problema. A diferencia del bullying por otras causas, la discriminación por capacitismo y racismo no siempre se reconoce como tal, lo que impide su prevención y sanción. Hablar de bullying racista y capacitista es mirar de frente una realidad incómoda, pero necesaria. Las niñas racializadas o con discapacidad no necesitan caridad: necesitan respeto, representación y condiciones de igualdad. ¿Y si empezamos por creerles cuando dicen que algo no está bien?
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