¿Qué pasaría si te dijéramos que en muchas escuelas no hay nadie capacitado para atender una crisis médica básica? Aunque suene increíble, esa es la realidad en gran parte del mundo. En este contexto, el Día de la Enfermera Escolar, celebrado cada mayo, no es solo una fecha conmemorativa. Es un llamado urgente a visibilizar un rol clave y profundamente feminizado dentro del sistema educativo y de salud.

El Día de la Enfermera Escolar se conmemora en el mes de mayo en coincidencia con el natalicio de Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna. Aunque esta fecha celebra en general a las y los profesionales de enfermería, en países como Estados Unidos se ha establecido una semana entera dedicada específicamente a las enfermeras escolares, impulsada por la National Association of School Nurses (NASN) desde 1972.
En América Latina, la visibilidad de estas trabajadoras es mucho menor, a pesar de que su rol es esencial. No se trata solo de tomar la temperatura o dar un analgésico: muchas veces son la primera —y única— figura sanitaria que detecta señales de abuso, problemas de salud mental o necesidades de atención médica urgente.
El rol invisibilizado de las enfermeras escolares
La figura de la enfermera escolar ha sido tradicionalmente subvalorada, en parte porque forma parte de los llamados trabajos de cuidado, históricamente asignados a las mujeres. Según datos de la Organización Mundial de la Salud presentados en 2020, el 90 por ciento del personal de enfermería en el mundo son mujeres.
Sin embargo, en muchos países, no existen normativas que garanticen su presencia en todas las instituciones educativas. Esto profundiza la desigualdad entre quienes acceden a una atención temprana y quienes no, afectando especialmente a niñas, niños y adolescentes de contextos vulnerables.
Día de la Enfermera Escolar: entre la vocación y la precariedad
Visibilizar el Día de la Enfermera Escolar también es una oportunidad para hablar de las condiciones laborales de las mujeres en la salud. En muchos casos, las enfermeras escolares no cuentan con contratos estables, infraestructura adecuada ni reconocimiento institucional. Su labor diaria sostiene silenciosamente la salud escolar, un área crítica que sigue siendo desatendida por las políticas públicas. Este déficit revela una omisión ética del Estado como garante de derechos.
Entender y valorar el trabajo de las enfermeras escolares desde una perspectiva de género no solo mejora la calidad educativa y sanitaria, sino que también nos obliga a pensar en cómo la sociedad distribuye el cuidado y a quién le exige sostenerlo. Reconocer este día es un paso hacia una conversación más profunda sobre equidad, salud y justicia para quienes cuidan desde las escuelas.
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