¿Cuántas veces pensamos en las enfermeras escolares solo como quien pone una curita o mide la temperatura? En realidad, su labor va mucho más allá. En México, estas profesionales de la salud cumplen funciones críticas que suelen pasar desapercibidas: acompañan en temas de salud sexual, previenen violencias y ofrecen primeros auxilios emocionales. Y, a pesar de todo, su trabajo sigue estando subvalorado y poco visibilizado.

Las enfermeras escolares no solo atienden malestares físicos; muchas veces son la primera figura adulta capacitada en salud que puede brindar orientación sobre sexualidad, menstruación o anticoncepción. Esto es especialmente relevante en un país donde el embarazo adolescente sigue siendo un problema estructural.
Según un informe presentado en 2023 por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), en México hay una de las tasas más altas de embarazo adolescente entre los países de la OCDE: 77 nacimientos por cada mil adolescentes entre 15 y 19 años. Las enfermeras escolares, aunque no están oficialmente incorporadas al programa de educación sexual, muchas veces suplen ese vacío por necesidad y urgencia.
Primeros auxilios emocionales: una tarea silenciosa
El entorno escolar también expone a niñas, niños y adolescentes a conflictos familiares, violencias o problemas de salud mental. En estos casos, las enfermeras escolares se convierten en el primer contacto empático, con escucha activa y contención emocional.
La Secretaría de Salud y la SEP reconocen que los trastornos emocionales en menores han aumentado en los últimos años, especialmente ansiedad y depresión. Sin embargo, las escuelas rara vez cuentan con equipos multidisciplinarios. Por eso, las enfermeras —aún sin formación psicológica formal— cumplen funciones de apoyo emocional urgente.
¿Quién capacita y respalda a las enfermeras escolares?
A pesar de su rol clave, no existe un marco normativo nacional que estandarice la formación ni las funciones específicas de estas profesionales en escuelas. La Ley General de Salud y la Ley General de Educación no incluyen disposiciones claras sobre su presencia obligatoria o su capacitación continua.
Esto deja en manos de cada institución o estado la decisión de contratarlas o no. En la mayoría de los casos, trabajan solas, sin equipo, sin psicólogos ni personal de apoyo, y sin acompañamiento institucional. Visibilizar el rol de las enfermeras escolares desde una mirada feminista y ética nos obliga a preguntarnos por qué seguimos ignorando a quienes hacen posible una escuela más segura, informada y saludable. Hablar de educación sexual y salud emocional es hablar también de justicia social. Y ellas, muchas veces sin recursos, ya lo están haciendo.
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