¿Qué pasa cuando una adolescente menstrúa por primera vez en la escuela y no sabe qué hacer? ¿Quién la acompaña si tiene dolor, vergüenza o no lleva una toalla sanitaria? En muchas escuelas de México, las enfermeras escolares son las únicas aliadas reales ante estas situaciones. Sin embargo, su papel en la salud menstrual sigue siendo ignorado por las políticas públicas.

Aunque hablar de menstruación en el ámbito educativo debería ser algo normal, sigue siendo un tema rodeado de estigmas. Muchas estudiantes no reciben información clara sobre su ciclo menstrual y, cuando enfrentan alguna complicación, no saben a quién acudir. La colectiva Menstruación Digna México reveló en 2023 que 4 de cada 10 adolescentes han faltado a la escuela por no tener productos de gestión menstrual o por miedo a ser juzgadas.
Además, en la mayoría de las escuelas públicas no se cuenta con espacios adecuados para cambiarse, ni mucho menos con acompañamiento emocional. Es aquí donde recae la importancia de hablar de la labor de enfermeras escolares y salud menstrual.
El rol oculto de las enfermeras escolares
En este contexto, las enfermeras escolares y salud menstrual forman un binomio esencial pero subestimado. Muchas enfermeras, con sensibilidad y experiencia, se convierten en el primer punto de apoyo cuando una alumna menstrua por primera vez, presenta cólicos intensos o requiere productos de higiene.
Según datos presentados en 2022 por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), en más del 60 por ciento de las secundarias del país donde hay enfermería escolar, las profesionales también distribuyen toallas sanitarias o brindan información básica sobre el ciclo menstrual. Sin embargo, no existe un protocolo nacional que defina esta función ni garantice recursos para ello.
Menstruación digna: ¿Quién la garantiza?
La reforma de 2021 a la Ley General de Educación estableció que la gestión menstrual es un tema de derechos humanos y salud pública, abriendo la puerta a incluir productos gratuitos en planteles educativos. Pero su implementación es desigual. Solo algunos estados, como Ciudad de México o Michoacán, han destinado presupuesto para garantizar una menstruación digna en las escuelas.
En este escenario, las enfermeras escolares asumen una carga extra: educan, contienen y resuelven, muchas veces sin insumos ni reconocimiento. Son, literalmente, el soporte silencioso para que menstruar no sea motivo de discriminación o abandono escolar.
Reconocer la labor de las enfermeras escolares en la salud menstrual es urgente. No solo salvan días escolares, también acompañan cuerpos en transformación, rompen silencios y enfrentan estigmas desde la práctica diaria. La menstruación no debería ser un obstáculo para aprender. Y ellas ya están haciendo que no lo sea. Aunque nadie las vea.
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