¿Por qué, pese a trabajar toda su vida, muchas mujeres llegan a la vejez sin una pensión suficiente? La respuesta está en dos factores invisibles pero determinantes: la brecha de género y el trabajo no remunerado. Entender cómo afectan el ahorro para el retiro es esencial para construir un sistema más justo.

El ahorro para el retiro se enfrenta a obstáculos en materia de género. Las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo. En México, la brecha salarial de género se sitúa en torno al 14 por ciento según datos del INEGI. Esto significa que, mes a mes, las mujeres tienen menos capacidad de ahorro y, en consecuencia, menos aportaciones a fondos de retiro.
Además, la interrupción laboral por maternidad o por asumir cuidados familiares limita sus años de cotización en los sistemas de pensiones. Esto no es una elección individual, sino un reflejo de un sistema que no redistribuye equitativamente las responsabilidades de cuidado.
El trabajo no remunerado: el gran ausente en el sistema de pensiones
Las mujeres dedican, en promedio, 2.5 veces más horas al trabajo no remunerado que los hombres. Este trabajo —limpieza del hogar, cuidado de niños, personas enfermas o adultas mayores— no solo sostiene a las familias y a la economía, sino que no es reconocido ni compensado en los sistemas formales de ahorro para el retiro.
El resultado es que muchas mujeres llegan a la vejez dependiendo de otras personas o del Estado, con escasa autonomía económica.
Ahorro para el retiro con perspectiva de género
Lograr un sistema más equitativo implica reformas estructurales. Algunas propuestas clave:
- Reconocer el trabajo de cuidados como parte del cálculo para las pensiones.
- Reducir la brecha salarial mediante políticas públicas de igualdad retributiva.
- Fomentar la corresponsabilidad en el hogar, para que el cuidado deje de recaer casi exclusivamente en las mujeres.
- Facilitar el acceso de las mujeres al empleo formal, con apoyos como guarderías, horarios flexibles y licencias de paternidad.
El problema del ahorro para el retiro no se soluciona solo con educación financiera o ahorro individual. Se requiere una mirada estructural, que reconozca que las desigualdades de género acumuladas durante toda la vida laboral se reflejan de forma brutal en la vejez.
Incorporar una perspectiva de género en el diseño de políticas económicas no es un lujo. Es una necesidad urgente para garantizar el derecho de todas las personas a una vejez digna y segura.
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