¿Por qué, en pleno 2025, muchas mujeres aún sienten culpa al priorizar su descanso, salud mental o límites personales? El autocuidado feminista no es una moda ni un lujo individual: es una respuesta política y colectiva frente a un sistema que históricamente ha ignorado las necesidades de las mujeres.

El autocuidado feminista es una práctica que reconoce que el bienestar femenino no puede desvincularse de las estructuras sociales que lo condicionan. No se trata solo de rutinas individuales. También de construir redes de apoyo, espacios seguros y decisiones compartidas que permitan a las mujeres vivir con dignidad y plenitud. Este enfoque resignifica el bienestar desde una mirada colectiva, reconociendo que el cuidado personal también es una forma de resistencia política.
Autocuidado feminista: una estrategia colectiva
En contextos donde las mujeres enfrentan múltiples formas de violencia y desigualdad, el autocuidado se convierte en una herramienta esencial. Tanto para la supervivencia como para la transformación social. Organizaciones como la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe han desarrollado módulos que integran la psicología, el feminismo y la ancestralidad para abordar el trauma y promover la sanación colectiva.
Además, iniciativas como la de la Defensoría de los Derechos Universitarios de la UAM han documentado estrategias de autocuidado con perspectiva de género en comunidades universitarias, destacando la importancia de construir proyectos colectivos de transformación que posibiliten nuevas formas de relación entre teoría y praxis.
Desafíos y oportunidades en México
En México, la vida pública prioriza el trabajo remunerado y deja en segundo plano al autocuidado, lo que genera crisis de tiempos y relaciones que dificultan armonizar la vida productiva con la de los cuidados. Esta situación se agrava en contextos de pobreza y violencia, donde las mujeres asumen múltiples roles sin el apoyo necesario. Sin embargo, también existen oportunidades para promover el autocuidado feminista. La implementación de sistemas integrales de cuidados, como el propuesto en la XXX Cumbre Iberoamericana, busca reconocer y redistribuir el trabajo de cuidados, permitiendo a las mujeres acceder a servicios que apoyen su bienestar.
El autocuidado es una práctica transformadora que va más allá del bienestar individual. Al reconocer las intersecciones entre género, clase, raza y otras desigualdades, promueve una visión del bienestar femenino que es colectiva, política y profundamente humana. Fomentar estas prácticas en nuestras comunidades es un paso esencial hacia una sociedad más justa y equitativa.
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