¿Por qué seguimos asociando el “comer bien” con restricciones, dietas estrictas o castigos? ¿Y qué pasaría si en lugar de controlar nuestro cuerpo, aprendiéramos a escucharlo? Esta guía feminista de alimentación consciente propone una mirada diferente, libre de culpas y estigmas. No se trata de contar calorías ni de perseguir un ideal estético, sino de nutrirnos con presencia, respeto y libertad.

La alimentación consciente (mindful eating) es una práctica respaldada por estudios científicos que promueve prestar atención plena a la experiencia de comer: el hambre, la saciedad, el gusto y las emociones asociadas. Según el Center for Mindful Eating, esta práctica ayuda a reconectar con las señales del cuerpo y a reducir la relación ansiosa con la comida.
Pero cuando miramos esta práctica desde una perspectiva feminista, cobra un significado aún más profundo: se convierte en una herramienta política para desarticular los mandatos sobre el cuerpo femenino y recuperar la autonomía alimentaria.
Comer sin culpas: una posición ética y política
Durante décadas, las mujeres han sido blanco de una industria de dietas que lucró con el malestar corporal. La presión social por encajar en un canon estético ha alimentado no solo la gordofobia, sino también una cultura de la culpa en torno a la comida. Según un informe de 2021 del Instituto de las Mujeres del Gobierno de España más del 70 por ciento de las adolescentes declaran sentir culpa al comer ciertos alimentos.
Comer sin culpas no significa comer sin límites, sino hacerlo desde la consciencia y el autocuidado. Esta visión feminista invita a preguntarnos: ¿como esto por placer, por necesidad, por ansiedad o por mandato? La respuesta no es buena ni mala: es información valiosa para decidir con libertad.
Nutrición sin estigmas y alimentación consciente: romper con el binarismo “bueno o malo”
La idea de alimentos “buenos” o “malos” ha generado una moralización del comer. Esta lógica, lejos de promover salud, refuerza trastornos alimentarios y desconexión corporal. La nutrición sin estigmas implica dejar de demonizar ciertos alimentos y entender que todos los cuerpos tienen necesidades distintas. Organizaciones como HAES (Health at Every Size) defienden que la salud no se mide solo en peso, sino en bienestar integral, acceso equitativo a la alimentación y respeto a la diversidad corporal.
Adoptar una alimentación consciente desde el feminismo es también una forma de resistir la cultura de control sobre nuestros cuerpos. Es asumir que merecemos comer sin miedo, sin juicio, sin excusas. Esta guía no busca darte reglas, sino devolverte el poder de decidir qué necesitas, cuándo y cómo. Comer no debería ser una batalla: debería ser un acto de conexión contigo misma. Porque sí, comer bien no es hacer dieta. Es escucharte. Y eso, también, es feminismo.
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