¿Por qué conocemos tan poco sobre las mujeres que coreografiaron, enseñaron y transformaron la danza en México? La historia que se nos ha contado las sitúa como musas o intérpretes, pero rara vez como creadoras en la danza. Este vacío no es casual: responde a una invisibilización sistemática que aún persiste. A continuación, demostraremos cómo se tejió ese silenciamiento y qué mujeres han resistido desde el movimiento.

Durante siglos, las mujeres han estado presentes en la danza como ejecutantes, muchas veces reducidas a su cuerpo y estética. Sin embargo, sus aportes creativos, teóricos y pedagógicos han sido omitidos de los relatos oficiales. En México, la historia de la danza suele centrarse en figuras masculinas como José Limón o Amalia Hernández (cuyo rol ha sido destacado, pero sin profundizar en su liderazgo estructural), mientras que las creadoras en la danza han sido relegadas al margen.
Pero ¿qué pasa con quienes no fundaron compañías oficiales, pero formaron generaciones de bailarinas, crearon nuevas técnicas o desafiaron las narrativas dominantes? Estas mujeres existen, aunque sus nombres aún no figuren en los libros de texto.
Creadoras en la danza: ejemplos desde México
Un caso emblemático es Gloria Contreras, coreógrafa, pedagoga y fundadora del Taller Coreográfico de la UNAM en 1970. Su propuesta fue revolucionaria: democratizar el acceso a la danza contemporánea desde una institución pública. A pesar de su impacto, su figura ha sido menos difundida que la de sus colegas masculinos. Su legado sigue vivo en la UNAM, pero rara vez es referenciada en los medios tradicionales.
Otra pionera fue Guillermina Bravo, cofundadora del Ballet Nacional de México en 1947, quien no sólo coreografió, sino que investigó y desarrolló una mirada crítica sobre la identidad nacional en la danza.
La historia de la danza necesita otra mirada
En la formación académica y los discursos mediáticos, las creadoras en la danza siguen siendo nombradas en segundo plano. Esto no se debe a la falta de aportes, sino a una forma de narrar la historia donde el genio sigue siendo masculino. Desde una perspectiva feminista, es urgente visibilizar a las mujeres en la danza no como excepciones, sino como parte fundamental del tejido artístico y social.
Investigar, nombrar y compartir el trabajo de estas mujeres es parte de una acción política. Espacios como el CENIDID y proyectos independientes están documentando esta historia alternativa. Leer, asistir a sus obras, difundir sus nombres: todo suma.
Porque detrás del telón, muchas ya estaban creando. Solo necesitamos mirar con otros ojos.
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