¿Por qué ciertos cuerpos parecen no tener lugar en la danza profesional? Aunque este arte es expresión del movimiento humano, los escenarios siguen restringidos a figuras que cumplen con estándares muy específicos. ¿Qué pasa con los cuerpos diversos? ¿Por qué se repite una misma silueta, un mismo peso, una misma piel? En el Día Internacional de la Danza, analizaremos cómo los cuerpos hegemónicos moldean la danza en México, generando exclusión y violencia estética.

En muchas academias y compañías profesionales, aún se promueve la idea de que para bailar se necesitan cuerpos hegemónicos. Este canon no es natural, sino cultural, y reproduce los mismos estándares de belleza que dominan otros espacios, como la moda o la publicidad.
De acuerdo con un informe del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza (CENIDID), en México, la mayoría de las instituciones formales siguen sin cuestionar sus criterios de selección física. Esta exigencia no solo limita el acceso, sino que genera violencia estética: presión sobre el cuerpo, control alimenticio extremo y, en casos graves, desarrollo de trastornos alimentarios entre estudiantes y profesionales.
Cuerpos hegemónicos: una forma de exclusión estructural
El problema no es sólo individual, sino estructural. Los cuerpos hegemónicos dominan la escena porque responden a una lógica comercial y patriarcal que asocia belleza con valor artístico. Esta lógica impacta de forma diferencial a mujeres, personas racializadas, personas con discapacidad o con corporalidades no normadas.
En palabras de la bailarina y activista mexicana Paloma Martínez-Cruz para «Paso de Gato» en 2022, “el cuerpo blanco, esbelto y flexible no es el único capaz de emocionar al público, pero sigue siendo el que más se financia y difunde”.
¿Hay resistencia?
Existen compañías independientes y artistas que han comenzado a cuestionar estas lógicas, apostando por una danza más inclusiva. El colectivo “Danza Incluyente”, creado en México en 2013, trabaja con personas con discapacidad motriz y desafía los cánones tradicionales desde la escena. También hay escuelas que empiezan a revisar sus métodos de enseñanza y evaluación, entendiendo que no hay un único cuerpo válido para crear arte.
Visibilizar estas dinámicas no es atacar a la danza, sino exigir que esté al servicio de más personas. Si se reconoce como lenguaje del cuerpo, entonces todos los cuerpos deberían tener voz. Cuestionar los cuerpos hegemónicos es una apuesta ética, artística y política.
La danza puede ser liberadora, pero primero hay que abrirle espacio a quienes han sido silenciadas desde el cuerpo.
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