Desde 2014, la ONU declaró el 3 de marzo como el Día Mundial de la Vida Silvestre. Esta fecha invita a reflexionar sobre los modelos de desarrollo actuales y su impacto en los ecosistemas, destacando la importancia de promover un equilibrio entre el progreso humano y la conservación de la biodiversidad.

Dentro del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU se encuentra ponerle un alto a la pérdida de la biodiversidad. Por eso, se estableció que el tres de marzo sería el día para generar conciencia sobre la importancia social y científica de la vida natural. En esta línea, la intención es igualmente incitar a la población mundial a detener el calentamiento global y el cambio climático.
De acuerdo con datos presentados por la Secretaría de Medio Ambiente, México alberga cerca del 70% de la variedad flora y fauna mundial. Esto debido a la diversidad de ecosistemas propiciada por los suelos y climas. Sin embargo, actualmente la vida silvestre se encuentra en juego. En el Día Mundial de la Vida Silvestre, es preciso pensar y reflexionar cómo se relacionan el machismo y la desigualdad de género con el daño a la naturaleza.
FEMINISMO Y AMBIENTE SEGÚN LA ONU
Un estudio presentado por ONU Mujeres en 2023 informó que el cambio climático podría implicar un desolador futuro para el género femenino. Se calcula que dentro de veinticinco años 158 mujeres y niñas se encontrarán en situación de pobreza. Sin mencionar a las 236 millones que se enfrentarán a la inseguridad alimentaria.
De acuerdo con el informe de la ONU, las crisis globales, desde la desigualdad económica hasta el estancamiento geopolítico, se agravan con el cambio climático y afectan desproporcionadamente a mujeres y niñas. Entre estas problemáticas, el informe de la ONU menciona el trabajo doméstico no remunerado como un problema mayor por el incremento en los precios de alimentos derivado de la crisis ambiental. El informe hace énfasis en reconocer los conocimientos y experiencias diversas que pueden aportar para detener el cambio climático. Especialmente destaca a mujeres jóvenes, de comunidades rurales e indígenas.
Avanzar hacia una justicia climática feminista requiere el reconocimiento del papel fundamental de las mujeres en la conservación ambiental. Especialmente en comunidades indígenas y rurales, donde su liderazgo ha sido clave para la sostenibilidad. También es esencial la redistribución de recursos para garantizar su acceso a empleo, educación, tecnología y tierras, promoviendo una economía verde con equidad de género. A esto se suma la necesidad de una mayor representación femenina en la toma de decisiones climáticas, cerrando la brecha en organismos ambientales y conferencias internacionales.
Finalmente, la reparación de injusticias históricas demanda que los países con mayores emisiones cumplan sus compromisos financieros y prioricen a las comunidades más vulnerables. La COP28 es una oportunidad clave para impulsar estas acciones y garantizar que la perspectiva de género se integre en las políticas climáticas. La justicia climática feminista no es solo una cuestión de equidad, sino una estrategia esencial para construir un futuro sostenible y justo para todas las personas.
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