¿Por qué aún existen desigualdades si hablamos constantemente de “igualdad” en las leyes y políticas públicas? La respuesta está en una confusión común: equidad e igualdad no son lo mismo. Entender esta diferencia es clave para construir una sociedad más justa, especialmente desde una perspectiva feminista y de justicia social. Aquí te lo explicamos de forma clara.

¿Cuál es la diferencia entre equidad e igualdad? Aunque suelen usarse como sinónimos, estos conceptos tienen implicaciones muy distintas en la vida cotidiana y en las políticas públicas. Comprenderlos no solo es clave para hablar de derechos, sino para construir una sociedad más justa, especialmente cuando se trata de enfrentar desigualdades históricas que afectan a mujeres, comunidades indígenas y otros grupos vulnerados.
En contextos de justicia social, no basta con decir que todos tienen los mismos derechos si en la práctica no todas las personas pueden ejercerlos. Por eso, al hablar de equidad e igualdad, es necesario ir más allá de lo teórico y preguntarnos: ¿qué hace falta para que ese derecho sea realmente accesible para todas y todos? A continuación, te explicamos qué significa cada término y por qué ambos son fundamentales para transformar el mundo en el que vivimos.
¿Qué es la igualdad?
La igualdad se refiere a otorgar a todas las personas los mismos derechos, recursos y oportunidades, sin distinciones. Es un principio reconocido por instrumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), que establece en su artículo 1 que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».
En términos prácticos, la igualdad implica tratar a todas las personas de la misma manera. Pero ¿qué pasa cuando las condiciones de partida no son las mismas para todas y todos?
¿Qué es la equidad?
La equidad, por otro lado, reconoce que no todas las personas parten del mismo lugar. Se enfoca en proporcionar los medios adecuados para que todas puedan alcanzar un mismo nivel de bienestar, ajustando los apoyos según las necesidades de cada grupo o individuo.
Como señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “la equidad implica justicia en el acceso a oportunidades y resultados, reconociendo las desigualdades estructurales y corrigiéndolas” (CEPAL, 2020). En este sentido, la equidad no contradice a la igualdad, sino que la hace posible.
Imagina tres personas de distinta estatura intentando ver un espectáculo detrás de una valla. Darles a todas una caja del mismo tamaño (igualdad) no garantizará que todas vean. Pero si a cada quien se le da una caja adaptada a su estatura (equidad), todas tendrán la misma posibilidad de disfrutar del evento. Lo mismo ocurre con derechos como la educación, la salud o el empleo.
¿Por qué importa esta diferencia entre equidad e igualdad?
Confundir estos conceptos puede llevar a políticas públicas ineficaces. Las soluciones uniformes no siempre atienden las necesidades reales de poblaciones históricamente discriminadas, como las mujeres, las personas con discapacidad o las comunidades indígenas. La equidad e igualdad deben ir de la mano para construir sociedades verdaderamente justas.
Hablar de equidad e igualdad no es una cuestión semántica, sino política. La igualdad garantiza los mismos derechos; la equidad, que todas las personas tengan las condiciones necesarias para ejercerlos. Sólo entendiendo y aplicando ambas podemos avanzar hacia una verdadera justicia social.
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