Un testimonio de resistencia y justicia. A los ocho años, Felicitas Martínez Solano fue testigo de un crimen atroz: el feminicidio de su prima. Esta experiencia marcó su vida y la impulsó a luchar por la justicia en su comunidad. Su historia es un ejemplo de resistencia y transformación.

Originaria del pueblo Me’phaa en Guerrero, Felicitas Martínez Solano hizo historia al convertirse en la primera mujer líder de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC). Esta organización representa un modelo de justicia alternativo, basado en la reeducación y la reintegración, en lugar del castigo. Bajo su liderazgo, la CRAC-PC fortaleció su enfoque comunitario y amplió la participación de las mujeres en la justicia indígena.
El camino de Felicitas no fue fácil. Enfrentó amenazas de violencia, la falta de apoyo estatal y el machismo dentro de la propia organización. La justicia comunitaria, aunque reconocida legalmente, ha sido constantemente atacada y criminalizada. En varios momentos, ella y otros líderes comunitarios enfrentaron órdenes de aprehensión por parte del Estado, lo que evidenció la falta de reconocimiento real a los derechos de los pueblos indígenas.
Reconocimientos y presencia internacional
A pesar de los desafíos, el trabajo de Felicitas ha sido ampliamente reconocido. En 2024, recibió el premio Antonia Nava de Catalán por su labor en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Además, ha llevado su mensaje a foros internacionales, como la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, donde ha insistido en la importancia de visibilizar las luchas de las mujeres indígenas.
Felicitas Martínez Solano, una figura prominente en la lucha por los derechos indígenas y de las mujeres en México, es actualmente miembro del Consejo de Mayoras de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami). Su incansable labor se centra en el reconocimiento pleno de los derechos indígenas. Especialmente en lo que respecta a la justicia comunitaria, y en la creación de espacios de liderazgo y participación para las mujeres dentro de este ámbito.
La historia de Felicitas es un testimonio de la eficacia y viabilidad de la justicia indígena como una alternativa al sistema judicial tradicional. A lo largo de su vida, ha enfrentado y superado numerosos obstáculos. Demuestra que la justicia indígena no solo es efectiva en la resolución de conflictos. También es más respetuosa de las culturas y tradiciones de los pueblos indígenas. Su lucha por el reconocimiento de la justicia comunitaria ha sido fundamental para visibilizar las desigualdades y discriminaciones que enfrentan las comunidades indígenas en el sistema judicial mexicano.
El legado de Felicitas nos deja una pregunta abierta: ¿Cuántas más mujeres indígenas podrán seguir su camino si la justicia comunitaria recibe el reconocimiento y apoyo que merece?
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