¿Por qué tantas mujeres racializadas, indígenas, trans o migrantes sienten que el feminismo no las representa? La respuesta no es sencilla, pero sí urgente. El debate entre el feminismo blanco y la interseccionalidad nos obliga a mirar con lupa el tipo de feminismo que practicamos y promovemos.

Aunque el término suene provocador, el feminismo blanco no se refiere únicamente a mujeres blancas. Se trata de una perspectiva feminista que ha centrado históricamente su agenda en las experiencias de mujeres blancas, cisgénero, heterosexuales y de clase media o alta. Este enfoque ignora que muchas mujeres enfrentan formas múltiples de opresión, más allá del patriarcado.
El problema del feminismo blanco no es solo su origen, sino su persistente sesgo: al no cuestionar otras estructuras de poder como el racismo, la pobreza o la migración, reproduce exclusiones. Este sesgo tiene raíces en la blanquitud como norma: lo blanco como lo universal, lo neutral, lo correcto.
Interseccionalidad: una respuesta más justa e inclusiva
La interseccionalidad, concepto acuñado por Kimberlé Crenshaw, parte de una verdad evidente pero olvidada: no todas las mujeres viven las mismas desigualdades. Ser mujer negra, pobre, lesbiana, indígena o con discapacidad implica enfrentar opresiones entrelazadas.
Este enfoque reconoce que género, raza, clase, orientación sexual o identidad de género no son categorías aisladas. Más bien, se entrecruzan y potencian las desigualdades. Adoptar una perspectiva interseccional permite:
- Visibilizar realidades diversas entre mujeres.
- Entender cómo opera el poder en múltiples niveles.
- Diseñar políticas inclusivas, sensibles y efectivas.
Más allá del feminismo blanco: lo que implica mirar desde la interseccionalidad
No se trata de reemplazar un tipo de feminismo por otro. Se trata de ampliar la mirada. Como escribió bell hooks, el feminismo que no cuestiona todas las formas de dominación es incompleto. Si no incomoda, si no se replantea constantemente, no transforma.
El feminismo interseccional es una herramienta crítica, no una moda. Implica reconocer privilegios, abrir espacios y dejar de hablar por otras para comenzar a escuchar a otras.
Hoy más que nunca, es clave preguntarnos si el feminismo que practicamos incluye a todas. El feminismo blanco ha dado pasos, pero no alcanza. La interseccionalidad no es un añadido, es una base para un movimiento verdaderamente transformador. Porque si no es para todas, no es feminismo.
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