La historia está repleta de mujeres cuyo trabajo en diferentes campos han contribuido al avance de la humanidad. La iglesia católica ha albergado a muchas de ellas.

Si hablamos de mujeres históricas, nos podemos remontar hasta la Edad Media, específicamente el siglo XII. Hildegarda de Bingen provenía de una familia noble y, desde muy pequeña, fue enviada a la abadía de San Disibodo, en Alemania, para recibir formación religiosa. Ingresó inicialmente como oblata, es decir, como una laica consagrada a la vida monástica, pero más adelante hizo sus votos y se convirtió en monja benedictina. Su gran inteligencia y espíritu visionario la hicieron destacar dentro del convento, despertando en ella un profundo interés por la espiritualidad, la ciencia y las artes.
A pesar de su frágil salud, Hildegarda se desarrolló en diversas áreas del conocimiento, dejando una huella importante en la literatura, la medicina, la música y la teología. Sus escritos incluyen desde estudios médicos y botánicos hasta composiciones musicales innovadoras y relatos de sus visiones místicas, que impactaron la teología de la época. Su habilidad para integrar el saber científico con el espiritual la convirtió en una de las figuras más influyentes de la Edad Media, desafiando las restricciones impuestas a las mujeres de su tiempo.
El trabajo multifacético de Hildegarda
Entre sus obras destaca la compilación conocida como Symphonia armonie celestium revelationum, la cual reúne las setenta y ocho piezas musicales que compuso. La música hecha por Hildegarda de Bingen se caracterizó por el uso de rangos amplios, que exigen una técnica vocal avanzada para su correcta interpretación.
En el campo de la ciencia, sus contribuciones consistieron en la investigación sobre las propiedades medicinales de plantas, minerales y productos de origen animal. La monja revolucionaria también recopiló sus conocimientos en el Liber composite medicinae o Causae et Curae, un escrito que recapitula causas de enfermedades y sus respectivos tratamientos. Además, a Hildegarda se le atribuye la cualidad amarga de la cerveza, así como la manera de hacerla durar más tiempo. Esto lo logró a través de la añadidura del lúpulo como ingrediente. Es por esto que se le conoce como la santa patrona de la cerveza.
De su trabajo literario destacan especialmente tres obras. Una sobre dogmas teológicos, otra de moral y la tercera de carácter antropológico y cosmológico.
Hildegarda de Bingen fue una mujer extraordinaria en una época marcada por la desigualdad de género, superando las barreras sociales y religiosas que limitaban a las mujeres de su tiempo. Gracias a su constante dedicación al saber, logró sobresalir en campos como la literatura, la ciencia, la música y la teología, demostrando que la inteligencia no está determinada por el género.
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