Imagina despertar cada día sintiendo que tu valor depende de cumplir con ideales de belleza inalcanzables. Esta es la realidad diaria para millones de mujeres que enfrentan la violencia estética, una forma de presión social que impone estándares de belleza irreales y perjudiciales.

La violencia estética se refiere a la imposición de cánones de belleza que obligan a las mujeres a modificar su apariencia para encajar en modelos sociales preestablecidos. Esta presión puede llevar a prácticas dañinas como dietas extremas, cirugías innecesarias y el uso excesivo de productos cosméticos. Según la investigadora Esther Pineda, esta forma de violencia se basa en cuatro premisas: sexismo, gerontofobia, racismo y gordofobia, exigiendo a las mujeres feminidad, juventud, blanquitud y delgadez.
Impacto de los estándares de belleza en la salud de las mujeres
La presión estética tiene consecuencias graves en la salud física y mental de las mujeres. Estudios indican que la constante exposición a ideales de belleza inalcanzables puede provocar trastornos alimenticios, depresión y baja autoestima. Además, la búsqueda por alcanzar estos estándares puede llevar a procedimientos médicos riesgosos y costosos.
En México, la discriminación por motivos estéticos es alarmante. Un informe revela que 5 de cada 10 niñas, jóvenes y mujeres han experimentado discriminación debido a su tono de piel, peso, estatura o forma de vestir. Esta discriminación no solo afecta la autoestima, sino que también limita las oportunidades laborales y sociales de las mujeres.
La presión estética en el ámbito laboral
La violencia estética también se manifiesta en el entorno profesional. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelaron que en 2022, al menos 7.9 millones de mujeres en México han vivido violencia en el trabajo, la mayoría de índole sexual. Esta situación refleja cómo los estándares de belleza pueden ser utilizados para justificar comportamientos inapropiados y discriminatorios en el ámbito laboral.
La violencia estética es una forma insidiosa de opresión que afecta a mujeres de todas las edades y contextos. Es esencial reconocer y cuestionar estos estándares impuestos, promoviendo una cultura que valore la diversidad y autenticidad de los cuerpos femeninos. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva, donde la belleza no sea una imposición, sino una expresión libre y personal.
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