¿Te has sentido insuficiente después de ver a una influencer “perfecta” en Instagram o TikTok? No estás sola ni solo. Cada vez más estudios advierten sobre el daño emocional que puede causar la influencia de las redes sociales, especialmente cuando idealizamos estilos de vida irreales que, en realidad, son parte de una estrategia de marketing.

Con el paso de la edad, adquirimos cierta seguridad y la sensación de que ya nada podría afectarnos. Pero incluso en la edad adulta, la influencia de las redes sociales en nuestra salud mental y autoestima puede ser real.
En un mundo donde los filtros, la edición y la curaduría de contenido son la norma, el problema no es solo lo que ves… sino todo lo que no te muestran. Influencers que aparentan tenerlo todo —cuerpo, dinero, éxito, viajes, felicidad— generan una presión invisible que impacta directamente en la autoestima de millones de personas.
La influencia de las redes sociales va más allá del entretenimiento
Un informe de la organización británica Royal Society for Public Health reveló que plataformas como Instagram y Snapchat están fuertemente asociadas con problemas de salud mental en jóvenes, como ansiedad, depresión e insatisfacción corporal. En México, la Encuesta Nacional sobre Salud y Nutrición de 2021 (ENSANUT) indicó que uno de cada tres adolescentes se ha sentido deprimido o ansioso después de usar redes sociales.
El problema no son las plataformas en sí, sino cómo las y los influencers moldean nuestras expectativas. Muchas de sus publicaciones muestran una vida aspiracional que, en realidad, depende de filtros, publicidad encubierta y momentos cuidadosamente seleccionados. Lo que vemos no es real, pero sí tiene efectos muy reales: comparación constante, frustración e incluso trastornos alimenticios o de imagen corporal.
Influencers y vidas fabricadas: una trampa emocional
Aunque muchas personas siguen a influencers por entretenimiento o inspiración, estudios como el de Psychology of Popular Media de 2022 advierten que la exposición continua a contenido “perfecto” incrementa la autoexigencia y la percepción de inferioridad. Esto afecta sobre todo a mujeres jóvenes, quienes son más propensas a evaluar su valor personal en función de su apariencia.
Además, la cultura de la comparación ha sido acelerada por los algoritmos que premian lo aspiracional. Todo esto beneficia a marcas y creadores, pero pone una carga emocional enorme sobre las personas usuarias.
¿Qué podemos hacer frente a esta situación?
Una estrategia útil es seguir cuentas diversas que promuevan el autocuidado, la autenticidad y cuerpos reales. También es fundamental aprender a identificar contenido patrocinado y recordar que la mayoría de las publicaciones son una versión editada de la vida. Apagar el scroll automático y poner en duda lo que vemos puede ser el primer paso para una relación más sana con lo digital.
Cuidado con lo que no ves, mantén tu perspectiva crítica y objetiva. La influencia de las redes sociales no es inofensiva. Cuando te comparas con un ideal fabricado, pierdes de vista tu propio valor. Las redes pueden ser herramientas poderosas, pero solo si las usamos con conciencia crítica. No todo lo que brilla en Instagram es oro… y lo que no se muestra, también impacta.
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