¿Sabías que en México, miles de niñas y adolescentes se convierten en madres cada año sin recibir el apoyo adecuado del Estado? A pesar de los esfuerzos por reducir el embarazo adolescente, las cifras revelan una realidad persistente, marcada por la falta de políticas públicas efectivas, prejuicios sociales y desigualdad estructural. Este panorama nos obliga a preguntarnos: ¿qué está fallando y cómo se puede cambiar?

En 2023, México registró 101,147 nacimientos de madres adolescentes entre 10 y 17 años, lo que equivale al 5.6 por ciento del total nacional. En otras palabras, una de cada 100 niñas o adolescentes tuvo un hijo durante ese año. Aunque estos datos reflejan una ligera disminución con respecto a años anteriores, siguen siendo alarmantes.
El grupo más afectado es el de jóvenes entre 15 y 19 años, con una tasa de fecundidad de 60 nacimientos por cada mil. Incluso entre niñas de 10 a 14 años, se reportaron 6,798 nacimientos, una cifra que pone en evidencia la urgencia de una respuesta institucional fuerte. Estados como Chiapas, Guerrero y Michoacán concentran las tasas más altas de maternidad en la adolescencia.
Las consecuencias del embarazo temprano
Convertirse en madre a una edad tan temprana tiene implicaciones profundas en la vida de una adolescente. La mayoría abandona sus estudios, lo que disminuye sus oportunidades de desarrollo personal y profesional. Además, muchas enfrentan precariedad económica, mayor riesgo de complicaciones de salud y un entorno social que las estigmatiza, en lugar de apoyarlas.
La maternidad adolescente no ocurre en el vacío: está íntimamente relacionada con la violencia de género, la falta de acceso a métodos anticonceptivos y la ausencia de educación sexual integral. Por eso, no basta con señalar las cifras: se necesita un cambio estructural que coloque los derechos de las adolescentes en el centro de la política pública.
El abandono institucional y la urgencia de actuar por las madres adolescentes
Aunque existen programas gubernamentales para atender la maternidad en la adolescencia, muchos son insuficientes, fragmentados o no llegan a las comunidades más vulnerables. Las madres adolescentes enfrentan un doble castigo: el del estigma social y el del abandono institucional.
Desde una perspectiva feminista y de derechos humanos, es indispensable exigir políticas públicas inclusivas, con enfoque de género y justicia social. Esto implica garantizar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, así como proteger el derecho de todas las adolescentes a decidir sobre su vida y su cuerpo.
Hablar de madres adolescentes no es sólo presentar cifras. Es reconocer que detrás de cada número hay una historia atravesada por desigualdades y omisiones colectivas. Visibilizar sus realidades, escuchar sus voces y atender sus necesidades debe ser prioridad si realmente aspiramos a construir un país más justo y equitativo.
¿Y tú, qué estás dispuesto a cambiar para que ninguna niña tenga que ser madre sin apoyo?
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