¿Tener una mujer en el poder asegura avances en justicia social y perspectiva de género? A primera vista, la respuesta podría parecer obvia. Sin embargo, la realidad política y social es más compleja de lo que aparenta. A continuación, miraremos más allá del género como único indicador de cambio y te invitamos a preguntarte qué tipo de liderazgo necesitamos para transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad y así tener una garantía de equidad.

La presencia de mujeres en cargos de liderazgo representa un avance importante en términos de representación, pero no garantiza automáticamente una verdadera garantía de equidad. El simple hecho de que una mujer asuma el poder no implica que promoverá una agenda feminista ni que aplicará políticas centradas en la justicia social.
En muchos casos, las mujeres en el poder enfrentan presiones para adaptarse a estilos de liderazgo tradicionales, muchas veces marcados por la verticalidad, la competencia y la masculinidad hegemónica. Estas dinámicas pueden limitar su capacidad para gobernar desde una mirada crítica e inclusiva que contemple las necesidades de otras mujeres.
El peligro de la representación simbólica
Cuando se celebra a una mujer en un cargo alto sin evaluar su gestión, se cae en el riesgo de la representación simbólica. Es decir, se celebra el hecho, pero no se cuestiona el fondo: ¿esa líder impulsa una agenda con perspectiva de género?, ¿sus políticas promueven la igualdad estructural?
Una mujer en el poder no necesariamente promoverá cambios positivos si no asume un compromiso claro con los derechos de las mujeres. Más allá de alcanzar posiciones de liderazgo, lo fundamental es cómo se utilizan esos espacios para impulsar transformaciones reales e inclusivas y tener una verdadera garantía de equidad.
Garantía de Equidad: ¿Qué esperar del liderazgo femenino?
Un liderazgo femenino que realmente promueva la justicia social debe ir más allá de la representación. Debe incluir acciones concretas: programas con enfoque de género, presupuestos sensibles a la desigualdad, políticas que reconozcan las múltiples violencias que viven las mujeres, y una voluntad firme de cambiar las estructuras del poder. También es fundamental que la sociedad civil, los medios y la ciudadanía exijan rendición de cuentas y compromisos claros. La garantía de equidad no viene con el género, viene con la acción.
Tener mujeres en el poder es un paso necesario, pero no suficiente. Para que esa presencia se traduzca en justicia e igualdad, es indispensable que vayan acompañadas de una agenda feminista, una mirada crítica y una voluntad transformadora. Porque la equidad no se presume: se construye.
¿Y tú, qué liderazgos femeninos conoces que realmente estén cambiando las reglas del juego?
Sigue leyendo:
| ¿Es el occidentalismo un sesgo en el feminismo actual?
| «El peor enemigo de una mujer»: desmontando el mito de la rivalidad femenina