¿Por qué, en pleno 2025, seguimos hablando de la necesidad de garantizar que las mujeres indígenas y afrodescendientes tengan un lugar real en la política mexicana? Aunque se han logrado avances importantes, las cifras más recientes revelan que aún hay mucho por hacer. Si te interesa saber qué barreras enfrentan estas mujeres racializadas y qué se está haciendo para superarlas, sigue leyendo. La realidad es compleja, pero conocerla es el primer paso para transformarla.

En el proceso electoral de 2021, al menos 285 mujeres indígenas y afrodescendientes lograron ocupar cargos públicos en México. De ese total, las mujeres indígenas accedieron a 5 diputaciones, 20 presidencias municipales, 46 sindicaturas y 200 regidurías. Por su parte, las mujeres afrodescendientes lograron 4 sindicaturas y 10 regidurías. Aunque estos números son un avance, aún representan una fracción mínima dentro del universo político nacional.
En municipios regidos por sistemas normativos indígenas, las cifras son aún más bajas. Solo el 4.6 por ciento de las presidencias municipales eran ocupadas por mujeres en 2020. Esto refleja no solo un rezago en términos de representación, sino también una resistencia cultural y estructural al liderazgo de mujeres indígenas dentro de sus propias comunidades.
Violencia política: una barrera persistente
Uno de los obstáculos más graves que enfrentan las mujeres indígenas y afrodescendientes es la violencia política por razón de género. Según el Registro Nacional de Personas Sancionadas, de las 388 mujeres víctimas de este tipo de violencia, 110 eran indígenas y 3 afrodescendientes. Este dato revela una clara vulnerabilidad de las mujeres racializadas en espacios públicos, muchas veces desprotegidas por las instituciones.
Desde 2017, el TEPJF exige a los partidos postular candidatas indígenas en distritos con alta población indígena. Sin embargo, en 2018 sólo tres mujeres indígenas lograron un escaño en el Congreso de la Unión. Las acciones afirmativas existen, pero su impacto todavía es limitado y requiere fortalecerse con mecanismos de seguimiento y sanción efectiva.
Estrategias de inclusión y visibilización
El INE ha lanzado campañas como “Nuestras voces cuentan”, a través de radios comunitarias, y ha publicado el libro Tres décadas de activismo político de mujeres indígenas y afrodescendientes en México. Además, 2025 fue declarado Año de la Mujer Indígena por el gobierno federal, buscando visibilizar sus aportes históricos y actuales.
Las mujeres indígenas y afrodescendientes han demostrado su capacidad y compromiso con la vida pública. Hoy, el reto está en garantizar que su participación no sea una excepción, sino una constante. Para lograrlo, se necesita más que leyes: se requiere voluntad política, presupuesto, educación intercultural y una ciudadanía vigilante.
¿Será 2025 el punto de inflexión que estas mujeres esperan? La historia está en proceso, y todos somos parte de ella.
Sigue leyendo:
| Iconoclasia: entre memoria, protesta y resignificación
| El eurocentrismo en los estándares de belleza: ¿quién define lo que es hermoso?