¿Sabías que muchas mujeres neurodivergentes pasan años sin un diagnóstico adecuado, enfrentando estigmas y barreras invisibles? Esta realidad, poco visibilizada, tiene raíces profundas en prejuicios de género y desconocimiento social. ¿Por qué ocurre esto y cómo podemos cambiarlo?

El término neurodivergencia describe a personas cuyo funcionamiento neurológico difiere del estándar neurotípico. Incluye condiciones como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), TDAH, TLP dislexia y otras. Se estima que entre el 10 y el 20 por ciento de la población mundial es neurodivergente.
Sin embargo, las mujeres neurodivergentes enfrentan desafíos únicos. A menudo, desarrollan estrategias para enmascarar sus diferencias, adaptándose a expectativas sociales que les exigen ser organizadas, empáticas y emocionalmente disponibles. Esta adaptación constante puede llevar a un agotamiento significativo.
Estigmatización y sesgo de género: La realidad de las mujeres neurodivergentes
El estigma hacia la neurodivergencia se intensifica en mujeres debido a múltiples factores. Históricamente, muchas condiciones neurodivergentes se han estudiado principalmente en hombres, lo que ha llevado a una comprensión limitada de cómo se manifiestan en mujeres. Por ejemplo, las mujeres con TEA a menudo presentan habilidades sociales más avanzadas, lo que puede ocultar sus dificultades y retrasar el diagnóstico.
Además, las mujeres neurodivergentes enfrentan una doble discriminación: por su condición y por su género. Esta intersección las hace más vulnerables a la violencia de género y a la exclusión social.
La falta de comprensión y apoyo adecuado agrava la situación. Muchas mujeres neurodivergentes no reciben los recursos necesarios para su desarrollo personal y profesional. En el ámbito laboral, por ejemplo, enfrentan tasas de desempleo significativamente altas, lo que refleja una falta de inclusión y adaptaciones en los entornos de trabajo.
Hacia una sociedad más inclusiva
Es fundamental reconocer y valorar la diversidad neurocognitiva en mujeres. Esto implica promover diagnósticos tempranos y precisos, ofrecer apoyos adecuados y fomentar entornos inclusivos que respeten y celebren las diferencias.
Además, es esencial desafiar los estigmas y prejuicios que perpetúan la discriminación. La educación y la sensibilización son herramientas clave para construir una sociedad más equitativa y comprensiva. Las mujeres que viven con alguna neurodivergencia tienen mucho que aportar. Al reconocer y apoyar su diversidad, no solo mejoramos sus vidas, sino que enriquecemos a toda la sociedad.
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