¿Por qué las niñas que viven en comunidades rurales o indígenas siguen siendo invisibilizadas en las políticas públicas? Aunque sus derechos están reconocidos en papel, la realidad de muchas niñas indígenas en México es una lucha constante. Ya sea contra el abandono institucional, la discriminación o el racismo estructural.

Según el Informe sobre la Situación de las Niñas y Adolescentes Indígenas en México de la UNICEF en 2021, más del 70 por ciento de las niñas indígenas viven en condiciones de pobreza. Además, solo 3 de cada 10 acceden a la educación media superior. Las barreras no son solo económicas: incluyen discriminación lingüística, trabajos forzados, matrimonios tempranos y falta de infraestructura educativa en sus comunidades.
En zonas rurales, las niñas enfrentan realidades similares. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), las niñas en zonas rurales tienen menos probabilidades de acceder a servicios de salud, educación de calidad o espacios seguros para su desarrollo.
¿Qué pasa con los derechos de las niñas indígenas?
La Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes garantiza derechos como la educación, salud, identidad y protección. Sin embargo, estos derechos se ven vulnerados sistemáticamente para las infancias indígenas, especialmente cuando se cruzan condiciones como género, clase, y ubicación geográfica.
El racismo estructural y el adultocentrismo institucional también limitan el acceso a la justicia. Las voces de las niñas en comunidades muchas veces no son escuchadas ni consideradas en las decisiones que afectan su presente y su futuro.
Frente a este contexto, muchas niñas y adolescentes indígenas están creando formas propias de resistencia. En Chiapas, Oaxaca y Guerrero, por ejemplo, han surgido colectivos liderados por jóvenes indígenas que exigen educación en su lengua, acceso a tecnologías, y el fin de las violencias patriarcales y coloniales. Organizaciones como Fondo Semillas, Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) y Melel Xojobal trabajan en alianza con comunidades para fortalecer la participación de las niñas y adolescentes como sujetas de derechos.
Visibilizar, reconocer, transformar
Reconocer las condiciones de desigualdad no es victimizar: es el primer paso para transformarlas. Las niñas indígenas y rurales no necesitan caridad, sino garantías de derechos, respeto a sus culturas y acceso a oportunidades reales para decidir sobre su cuerpo, su tiempo y su vida.
Las niñas no son el futuro: ya están transformando el presente. Escuchar a las que viven en comunidades es reconocer su poder, su inteligencia colectiva y su capacidad de liderazgo. Las infancias indígenas tienen derecho a vivir libres de violencia, con dignidad y con voz propia.
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