En lo profundo de los pueblos originarios de México habita un conocimiento milenario que ha sostenido la vida de mujeres y comunidades enteras. ¿Quiénes son esas mujeres que curan con las manos, con las plantas y con la palabra? Este artículo responde a esa búsqueda: entender el papel de las parteras, doulas y sanadoras desde los saberes ancestrales en la salud femenina.

En muchas comunidades indígenas, la atención médica durante el embarazo, parto y posparto no proviene de un hospital, sino del saber profundo de una partera tradicional. Ellas —también conocidas como temixhuitiani o tlamatqui en la tradición náhuatl— heredan y ejercen los saberes ancestrales en la salud femenina, basada en la herbolaria, la espiritualidad, los masajes, los rezos y los rituales.
Estas mujeres no solo asisten nacimientos. Acompañan emocionalmente a la madre, practican técnicas como la manteada con rebozo, guían en temazcales y tratan desequilibrios como la “caída de matriz”, la “frialdad” o el “empacho”. Sus saberes no se limitan al cuerpo físico: también curan lo espiritual, lo emocional, lo invisible.
Saberes ancestrales en la salud femenina: un pilar comunitario
Los saberes ancestrales en la salud femenina son pilares de la medicina indígena. Pero hoy, estos saberes enfrentan serias amenazas: muchas parteras han sido marginadas por sistemas biomédicos que no reconocen sus constancias de alumbramiento, ni respetan sus prácticas. Además, programas gubernamentales han condicionado apoyos sociales a la atención institucional, lo que ha limitado la práctica de la partería en comunidades marginadas.
Aun así, las parteras resisten. Colectivos como Nich Ixim en Chiapas reúnen a cientos de mujeres para fortalecer estos conocimientos, formar nuevas generaciones y dialogar de manera respetuosa con el sistema de salud moderno.
Doulas y sanadoras: acompañar desde lo ancestral
Aunque el término doula es más reciente, su práctica tiene raíces profundas. En contextos indígenas, las doulas actúan como acompañantes emocionales y físicas del embarazo y el parto, respetando la cosmovisión de cada comunidad. Su rol es similar al de las parteras, pero centrado en el cuidado continuo y personalizado.
Por su parte, las sanadoras —muchas veces también parteras— emplean medicina tradicional basada en plantas, limpias, rezos y rituales. En pueblos como el triqui, son conocidas como sií txrùn-un o sií gònòhò-o, y su conocimiento se transmite por vía oral de generación en generación.
Reconocer lo propio: salud, dignidad y autonomía
Preservar los saberes tradicionales en la salud femenina no es un acto de nostalgia, sino una necesidad urgente de justicia cultural y sanitaria. La salud no es neutra ni universal: debe ser respetuosa de los territorios, de las cosmovisiones y del derecho de las mujeres a decidir cómo, dónde y con quién ser cuidadas.
En un mundo que empuja hacia la homogeneización de los saberes, reconocer y proteger la salud femenina tradicional es también una forma de resistir el olvido. Estos conocimientos siguen vivos, y su valor —cultural, médico, espiritual— no puede seguir siendo ignorado.
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