¿Por qué durante siglos se consideró que las mujeres eran más propensas a la locura o a la debilidad emocional? La respuesta está en la historia de una palabra: histérica. Su evolución refleja cómo la medicina y la cultura han derivado en la patologización de la experiencia emocional femenina, y cómo esto aún deja huellas en la forma en que se percibe la salud mental de las mujeres.

La patologización de la salud emocional femenina es más antigua de lo que se cree. El término «histérica» tiene raíces en el griego antiguo: hystéra, que significa “útero”. Esta etimología no es un dato curioso, sino el punto de partida de una mirada médica que, desde hace más de 4.000 años, vinculó el cuerpo femenino con supuestas patologías mentales.
En el Antiguo Egipto, ya se hablaba de “perturbaciones del útero” como causa de diversos síntomas, desde dolores físicos hasta cambios de humor. Más adelante, Hipócrates —el llamado “padre de la medicina”— propuso la teoría del “útero errante”: un útero que se desplazaba dentro del cuerpo de la mujer, provocando angustia, asfixia o convulsiones. Este mito se mantuvo durante siglos, consolidando la idea de que las mujeres estaban gobernadas por su biología.
Edad Media y Renacimiento: espiritualidad, patologización y castigo
Durante la Edad Media y el Renacimiento, la idea de lo “histérico” adquirió tintes religiosos y morales. Las mujeres que no encajaban en el modelo de docilidad o que manifestaban sufrimiento emocional eran señaladas como “histéricas”, o incluso poseídas. La estigmatización se entrelazó con la persecución, y muchas mujeres fueron castigadas, excluidas o medicalizadas por expresar emociones consideradas inapropiadas.
Siglos XIX y XX: la ciencia toma el relevo… pero no el sesgo
En el siglo XIX, la medicina neurológica empezó a estudiar la histeria de manera más sistemática. Jean-Martin Charcot y Sigmund Freud, entre otros, comenzaron a observar que lo “histérico” no era exclusivo de las mujeres. Sin embargo, la etiqueta siguió asociada a lo femenino, reforzando la idea de una supuesta fragilidad mental.
A mediados del siglo XX, la palabra “histérica” comenzó a desaparecer del lenguaje clínico, sustituida por diagnósticos como trastorno de conversión o trastorno disociativo. Pero la patologización no desapareció del todo: muchas mujeres siguen siendo tratadas con sospecha cuando manifiestan dolor, ansiedad o desregulación emocional.
El legado de la “histérica” en la actualidad
Aunque “histérica” ya no se usa en medicina, su carga simbólica persiste. Decirle a una mujer que está “histérica” sigue siendo una forma de invalidar su expresión emocional, de minimizar su experiencia y de ubicarla en el estereotipo de lo irracional. Hablar de patologización hoy implica revisar esta historia. Significa reconocer que, durante siglos, la salud mental femenina fue interpretada a través de prejuicios, más que de evidencia. Y que aún estamos desmontando esas estructuras.
Comprender el origen y el uso del término histérica no es solo un ejercicio académico: es una herramienta para cuestionar cómo se han construido los discursos sobre el cuerpo, la mente y la autonomía de las mujeres. La estigmatización de la salud emocional femenina, lejos de ser cosa del pasado, sigue actuando. Y solo con memoria y conciencia crítica podremos transformar esa narrativa.
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