Están ahí todos los días. Atendiendo dolores, acompañando crisis emocionales, explicando sobre salud menstrual, vacunando, detectando signos de violencia. Y sin embargo, el reconocimiento formal y social a las enfermeras de escuelas sigue siendo casi inexistente. ¿Por qué se invisibiliza su labor cuando es esencial para garantizar el derecho a la salud en la escuela?

Aunque la Ley General de Salud reconoce la atención en el ámbito escolar como parte del primer nivel de atención médica, la existencia de enfermeras de escuelas no está garantizada por ninguna política nacional obligatoria. Según datos de la Dirección General de Servicios de Salud de la SEP, menos del 30 por ciento de las escuelas públicas en México cuenta con personal de enfermería.
Esto significa que millones de niñas, niños y adolescentes asisten a clases sin acceso cotidiano a un servicio básico de salud. Y donde sí hay enfermeras, su presencia se da en condiciones precarias: contratadas por honorarios, sin plazas ni estabilidad laboral, y sin reconocimiento dentro del sistema educativo.
Enfermeras de Escuelas: Invisibilizadas por ser mujeres
El escaso reconocimiento de la labor de las enfermeras en entornos escolares no es una casualidad. El trabajo de cuidado, históricamente feminizado, suele verse como una extensión «natural» de la maternidad o de cualidades emocionales atribuidas a las mujeres, no como una profesión especializada.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) revela que más del 85 por ciento del personal de enfermería en México son mujeres, y dentro del sector educativo, estas profesionales suelen enfrentar dobles cargas: la sanitaria y la emocional, al ser quienes acompañan situaciones sensibles como violencia familiar, crisis nerviosas o problemas de higiene menstrual.
Sin protocolo, sin recursos, sin visibilidad
En muchos casos, las enfermeras de escuelas se ven obligadas a improvisar con recursos mínimos, sin capacitación especializada ni protocolos de intervención. No existen lineamientos federales claros que reconozcan su rol en educación sexual, salud emocional o prevención de enfermedades, lo que las deja solas ante tareas complejas.
Organizaciones como la Red Mexicana de Enfermería Escolar han advertido que es urgente crear normativas que integren su trabajo al sistema educativo y de salud, con salarios dignos, plazas estables y formación continua. Reconocer el trabajo de las enfermeras de escuelas no es solo una cuestión laboral, sino de justicia social. Sin ellas, la escuela no es un espacio seguro ni saludable. Urge valorarlas no solo en el discurso, sino en la política pública, el presupuesto y la cultura escolar. Porque cuidar también es enseñar. Y sin ellas, no hay cuidado.
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