¿Qué se esconde detrás del mito de Rita Hayworth? ¿Quién fue realmente esta actriz y bailarina que aún hoy, décadas después de su muerte, sigue fascinando al mundo? Sigue leyendo para descubrir no solo su figura como ícono del cine clásico de Hollywood, sino también su legado más profundo. Su vida marcada fue por la reinvención, la lucha contra los estereotipos y una enfermedad que, en su tiempo, era casi invisible.

Rita Hayworth nació como Margarita Carmen Cansino en 1918, en Brooklyn, Nueva York, en una familia dedicada a la danza. Su padre, Eduardo Cansino, de origen español, fue su primer maestro de baile. Desde pequeña, el arte fue su destino. Pero el Hollywood de los años 40 no estaba interesado en actrices con rasgos latinos. Para poder entrar a la gran industria, Margarita tuvo que transformarse: cambió su nombre, su apariencia física y hasta se sometió a procedimientos estéticos para encajar en los cánones impuestos por el sistema.
Este proceso no solo habla del racismo estructural de la época, sino también de cómo las mujeres eran moldeadas —literalmente— por una industria que las consumía como productos. Sin embargo, Hayworth supo usar ese escenario a su favor, y se convirtió en una estrella.
Rita Hayworth en Gilda: el mito de «la diosa del amor»
En 1946, Rita Hayworth protagonizó Gilda, la película que la consolidó como símbolo sexual y cultural de toda una generación. Esa famosa escena en la que canta «Put the Blame on Me» quitándose un guante, la inmortalizó como «la diosa del amor». Pero, como ella misma dijo años después: “Los hombres se acuestan con Gilda, pero se despiertan conmigo”.
Esa frase resume el desdoblamiento entre el personaje público y la mujer real. Mientras el mundo la adoraba como actriz y bailarina, en su vida íntima enfrentaba inseguridades, matrimonios fallidos (cinco en total, entre ellos con Orson Welles y el príncipe Aly Khan) y una búsqueda persistente de identidad y amor propio.
Su último papel: visibilizar el Alzheimer
En sus últimos años, Rita Hayworth fue diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer, en una época en que poco se sabía sobre esta condición. Su hija, la princesa Yasmin Aga Khan, fue clave para visibilizar la enfermedad y promover investigación y apoyo para otras familias afectadas. Rita murió en 1987, a los 68 años, dejando un legado que va más allá del cine.
Hoy, se le recuerda no solo por su belleza o su talento, sino por su capacidad de resistir y reinventarse en un entorno hostil para las mujeres. Su historia nos invita a reflexionar sobre los estándares de la industria cultural, la invisibilización de las enfermedades mentales y la fuerza que requiere ser una mujer en el ojo público. Fue mucho más que un ícono: fue una mujer real, con luchas reales, y su memoria sigue viva.
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