¿Qué harías si supieras que una de cada tres mujeres que practica deporte en México ha sido víctima de acoso, abuso o discriminación? Esa es la realidad que revela el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), y es solo la punta del iceberg. La violencia en el deporte no solo es frecuente, sino también invisibilizada. Hoy te contamos por qué esta problemática debe importarte, aunque no seas atleta.

La violencia en el deporte abarca distintas formas de agresión que sufren las mujeres en entornos deportivos: desde el acoso sexual por parte de entrenadores o compañeros, hasta la exclusión sistemática de oportunidades en equipos, becas o competencias. También se manifiesta como abuso psicológico —como humillaciones o control excesivo— y violencia física que muchas veces se justifica como parte del “entrenamiento”.
Estos actos no solo violan derechos humanos, sino que afectan directamente el rendimiento, la autoestima y la salud mental de las deportistas. Además, perpetúan desigualdades estructurales que refuerzan estereotipos de género y frenan el desarrollo profesional y personal de las mujeres en el deporte.
¿Por qué hablamos de violencia de género?
Este tipo de violencia tiene una raíz clara: el sexismo. La violencia en el deporte en razón de género se basa en creencias y prácticas que colocan a las mujeres en una posición de desventaja frente a los hombres. No es casualidad que muchas mujeres atletas tengan que “probar” constantemente que son fuertes, disciplinadas o capaces, mientras enfrentan espacios inseguros o desiguales.
Cuando hablamos de violencia en razón de género, nos referimos a cualquier agresión o práctica discriminatoria que ocurre precisamente porque la persona es mujer. Y en el ámbito deportivo, esto es más común de lo que parece.
¿Qué acciones se necesitan para erradicar la violencia en el deporte?
La solución no es simple, pero sí urgente. Las instituciones deportivas, federaciones, clubes y autoridades gubernamentales deben asumir un rol activo para prevenir y sancionar estas violencias. Algunas medidas clave son:
- Protocolos claros de denuncia, confidenciales y con acompañamiento profesional.
- Capacitación continua en igualdad de género para entrenadores, directivos y personal deportivo.
- Fomento de una cultura del respeto, que valore a las mujeres deportistas por su talento, no por su género.
Garantizar entornos seguros para las mujeres en el deporte no es solo una cuestión de justicia social: también es esencial para su bienestar, empoderamiento y desarrollo integral. El deporte tiene el poder de transformar vidas, pero solo si se practica en igualdad de condiciones.
La próxima vez que veas una competencia o una atleta destacada, recuerda: detrás de cada logro, puede haber una historia de resistencia frente a una estructura desigual. Y frente a esa realidad, la indiferencia no es una opción. ¿Y tú? ¿Qué puedes hacer desde tu lugar para erradicar la violencia en el deporte?
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