Imagina moverte con libertad, sin la exigencia de encajar en un molde. Muchas mujeres han abandonado el ejercicio porque se ha convertido en una herramienta de castigo antes que una fuente de bienestar.

¿Es posible entrenar sin sucumbir a la presión estética y sin alimentar la violencia corporal? El ejercicio debería ser sinónimo de salud, pero la cultura de la delgadez lo ha transformado en una carrera contra el espejo. Desde gimnasios hasta redes sociales, se promueven cuerpos normativos como el único objetivo válido, ignorando que cada cuerpo es distinto y valioso en su propia forma.
Estándares de belleza, presión estética y exclusión en el movimiento
El impacto de los estándares de belleza en el deporte es innegable. Rutinas diseñadas para «quemar calorías» y «moldear el cuerpo» refuerzan la idea de que moverse solo es útil si se traduce en cambios visibles. Esto excluye a muchas mujeres y personas no binarias que buscan en el ejercicio un espacio de autocuidado, no de transformación forzada. La cultura de la delgadez impone la idea de que un cuerpo delgado es sinónimo de disciplina y éxito. En el mundo del fitness, esto se traduce en entrenamientos extremos, dietas restrictivas y una constante insatisfacción corporal. Liberarse de esta narrativa implica redefinir el ejercicio como una forma de placer y bienestar, no como una herramienta para encajar en un ideal inalcanzable.
En México, la «cultura de la delgadez» ha incrementado los trastornos alimenticios y la discriminación por apariencia física. En los últimos 20 años, los casos de anorexia y bulimia se han incrementado un 300%, afectando principalmente a jóvenes de 15 a 19 años, con aproximadamente 20,000 nuevos casos anuales. Esta tendencia se debe a la fuerte influencia de los medios de comunicación y las redes sociales, que promueven estereotipos de cuerpos delgados como sinónimo de éxito y aceptación social. Además, muchos mexicanos, especialmente mujeres indígenas, muestran insatisfacción con su imagen corporal, lo que aumenta el riesgo de problemas de salud mental. La discriminación por apariencia afecta al 56.5% de la población adulta, siendo la complexión física una de las principales causas. Este fenómeno refleja la presión sociocultural sobre el aspecto físico, que impulsa comportamientos alimentarios poco saludables y resalta la importancia de promover una imagen corporal positiva y hábitos saludables.
Ejercicio sin violencia corporal: una alternativa feminista
La violencia corporal se manifiesta en la autoexigencia extrema, la culpa por «no entrenar suficiente» y el castigo por «comer mal». Un enfoque feminista del ejercicio prioriza el respeto por el propio cuerpo, escucha sus necesidades y celebra su capacidad de moverse sin ataduras estéticas.El ejercicio feminista es un acto de resistencia contra la presión estética y la violencia corporal. Se trata de recuperar el placer de moverse sin expectativas externas. ¿Cómo sería tu relación con el ejercicio si la única meta fuera sentirte bien?
Sigue leyendo:
| Concientización sobre los trastornos alimenticios
| Nutrición sin culpa: Rompiendo con los mitos de la dieta patriarcal