“¿Por qué no puedo ser feliz si acabo de tener a mi bebé?” Esta pregunta, cargada de culpa y confusión, es más común de lo que se cree. En México, la depresión postparto afecta a una de cada cinco mujeres, pero el estigma y la falta de atención institucional siguen dejando a muchas en la sombra.

El «baby blues» es una reacción emocional leve y transitoria que afecta hasta al 85 por ciento de las mujeres en los primeros días tras el parto. Se caracteriza por llanto fácil, irritabilidad y ansiedad, y suele desaparecer sin tratamiento en dos semanas.
En cambio, la depresión postparto —también llamada depresión perinatal cuando incluye el embarazo— es un trastorno más profundo y duradero. Sus síntomas incluyen tristeza persistente, fatiga extrema, insomnio, pérdida de interés en actividades, dificultad para vincularse con el bebé e incluso pensamientos suicidas. Sin tratamiento, puede prolongarse por meses o más.
La magnitud del problema en México
Según la Secretaría de Salud, dos de cada 10 mujeres mexicanas desarrollan depresión durante el embarazo o en el primer año tras el parto. Alarmantemente, el 75 por ciento de ellas no son diagnosticadas ni reciben atención adecuada.
Factores como bajo nivel educativo, desempleo, embarazos no deseados, violencia de género y falta de apoyo social aumentan el riesgo de desarrollar esta condición. Además, el miedo al estigma y la falta de información impiden que muchas mujeres busquen ayuda.
La depresión postparto no solo afecta a la madre. Puede interferir en el desarrollo emocional, cognitivo y social del bebé, dificultando el apego y aumentando el riesgo de problemas futuros. En casos graves, puede llevar al suicidio materno o al infanticidio, aunque estos son menos frecuentes.
¿Qué se está haciendo y qué falta por hacer por la depresión postparto?
Aunque existen herramientas como la Escala de Depresión Postparto de Edimburgo para detectar la condición, su uso no está generalizado en los servicios de salud mexicanos. La falta de capacitación del personal médico y la ausencia de protocolos claros dificultan la identificación y tratamiento oportuno. Es urgente que las políticas de salud incluyan la salud mental perinatal como prioridad, garantizando atención integral y libre de estigmas.
La maternidad no siempre es sinónimo de felicidad inmediata. Reconocer y hablar abiertamente sobre la depresión perinatal es el primer paso para apoyar a las madres que la padecen. Es responsabilidad de todos —familia, comunidad y Estado— crear un entorno donde las mujeres se sientan seguras para expresar sus emociones y buscar ayuda sin temor al juicio. Si tú o alguien que conoces está atravesando por esto, recuerda: no estás sola, y hay recursos disponibles para ayudarte.
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