¿Cómo cuidar nuestra salud mental cuando el entorno nos enferma? Esta es una de las preguntas clave que plantea la salud mental feminista: un enfoque que no se limita al tratamiento individual, sino que reconoce que el sufrimiento emocional de las mujeres está profundamente ligado a las desigualdades estructurales. En un país donde más del 60 por ciento de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia, hablar de salud mental con perspectiva de género es urgente.

La salud mental feminista parte de una premisa clara: las emociones, los cuerpos y las mentes de las mujeres no existen en el vacío. Están atravesados por sistemas de opresión como el patriarcado, el racismo o la clase social. Sanar, entonces, no solo implica atender los síntomas, sino transformar los contextos que los producen.
Este enfoque también cuestiona los modelos biomédicos tradicionales que individualizan los trastornos y despolitizan el sufrimiento. En cambio, propone una atención integral, con profesionales sensibilizados en género y políticas públicas que respondan a las causas estructurales.
Trastornos más frecuentes en mujeres mexicanas
Los datos presentados en 2023 por la Secretaría de Salud confirman que los padecimientos mentales afectan de manera desproporcionada a las mujeres en México:
- Depresión y ansiedad: La depresión afecta al 19.5 por ciento de la población femenina. La ansiedad también muestra alta prevalencia, relacionada con el estrés crónico y la violencia.
- Burnout: De acuerdo con el Instituto Nacional de Psiquiatría, al menos 7 de cada 10 mujeres experimentan síntomas de agotamiento emocional. Las dobles y triples jornadas—trabajo remunerado, doméstico y de cuidados—son un detonante clave.
- Trastornos de la conducta alimentaria: Aumentan entre adolescentes y mujeres adultas, influenciados por ideales corporales impuestos desde medios y redes sociales.
- Estrés postraumático: Altamente prevalente en sobrevivientes de violencia sexual, migración forzada o abuso infantil.
¿Por qué es necesaria una salud mental feminista?
Porque los diagnósticos sin contexto no bastan. Las mujeres que piden ayuda muchas veces encuentran estigmas, minimización de sus síntomas o barreras económicas y culturales para acceder a atención adecuada.
Incorporar la salud mental con perspectiva de género significa:
- Reconocer el impacto de la violencia en la salud emocional.
- Brindar atención sin revictimización.
- Diseñar políticas que aborden la salud mental como un derecho y no como un privilegio.
- Formar profesionales con sensibilidad social y enfoque interseccional.
Sanar es político
La salud mental feminista nos recuerda que cuidarnos no es egoísta, es resistencia. No se trata solo de sobrevivir al sistema, sino de construir redes de apoyo, espacios seguros y demandas colectivas. Sanar en un mundo desigual requiere comprender que el bienestar emocional también es justicia social.
En tiempos donde el sufrimiento se normaliza, hablar de salud mental con perspectiva de género es un acto de rebeldía. Porque no estamos locas: estamos cansadas, dolidas, pero también decididas a transformar las condiciones que nos afectan.
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