¿Qué consecuencias deja la violencia en la niñez cuando ocurre dentro del hogar o en zonas de conflicto? ¿Quién cuida a quienes apenas comienzan a comprender el mundo? Comprender el impacto de la violencia en la salud mental de las infancias es esencial para crear entornos seguros y promover su recuperación emocional. Hoy, más que nunca, el papel de las madres y cuidadoras resulta clave en ese proceso.

Las consecuencias de la violencia en la niñez son profundas y duraderas. Según el Informe Mundial sobre Violencia contra los Niños de Naciones Unidas (ONU) de 2023, una de cada dos niñas y niños en el mundo ha experimentado violencia física, sexual o emocional. Esta exposición puede desencadenar trastornos como ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático (TEPT) y dificultades en el desarrollo social y cognitivo.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha advertido que el impacto en la salud mental de las infancias es especialmente crítico en contextos de guerra, pobreza extrema o violencia intrafamiliar. A pesar de esto, menos del veinte por ciento de los países cuentan con políticas públicas activas que incluyan apoyo psicológico específico para niñas y niños sobrevivientes de violencia.
El rol fundamental de madres y cuidadoras
En contextos donde la violencia ha desorganizado el entorno de los niños, las madres y cuidadoras asumen un papel vital en su recuperación. Su capacidad para ofrecer un espacio emocionalmente seguro es uno de los factores de protección más efectivos para mitigar el impacto psicológico de las experiencias traumáticas. Un estudio de 2022 publicado en The Lancet Psychiatry señala que una figura adulta estable, afectiva y disponible puede reducir hasta en un cuarenta por ciento los síntomas de TEPT en infancias violentadas.
Más allá del apoyo clínico, el acompañamiento cotidiano —desde rutinas, palabras de afirmación, juegos, hasta el contacto físico respetuoso— refuerza la percepción de seguridad. En países de América Latina, diversas redes de mujeres activistas han creado espacios comunitarios donde madres pueden recibir orientación psicológica y herramientas de crianza no violenta. Organizaciones como Save the Children y Amnistía Internacional han documentado cómo estos espacios ayudan tanto a las madres como a sus hijos a superar el trauma colectivo.
Salud mental de las infancias y enfoque comunitario
No se puede hablar de la salud mental en la niñez sin considerar el contexto que rodea a cada niña y niño. Es imprescindible que los Estados impulsen políticas de prevención, atención temprana y apoyo psicosocial sostenido. Pero también es fundamental visibilizar y fortalecer el trabajo de las mujeres que, muchas veces desde el anonimato, sostienen la vida en condiciones adversas.
El daño emocional que deja la violencia no desaparece solo con el paso del tiempo. Pero con cuidados amorosos, intervención oportuna y redes de apoyo, muchas infancias violentadas pueden reconstruir su bienestar. Reconocer a las madres y cuidadoras como agentes clave de cambio es un paso esencial para proteger la salud mental de las infancias y construir sociedades más justas y empáticas.
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