¿Por qué tantas niñas siguen siendo víctimas de maltrato infantil y violencia de género, a pesar de décadas de leyes, campañas y protestas? La respuesta está, en parte, en lo que no se enseña. Hoy, en el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, volvemos a preguntarnos: ¿cómo puede la educación ser una herramienta real de prevención de violencia?

En México, según un informe del INEGI de 2021, 6 de cada 10 menores han sufrido al menos una forma de violencia en su vida. Las niñas están particularmente expuestas a la violencia sexual y emocional dentro del entorno familiar o escolar. Esta violencia no ocurre por azar: se sostiene en estereotipos, en jerarquías y en silencios.
Por eso, hablar de prevención de violencia no es solo proteger físicamente a la infancia, sino transformar lo que entendemos por crianza, respeto y autonomía desde la educación inicial.
Educación con enfoque de género: una estrategia urgente
Incorporar la educación sexual integral y la perspectiva de género en escuelas no es ideología, es protección. La UNESCO ha confirmado que programas de este tipo reducen significativamente los casos de violencia infantil y abuso sexual, porque enseñan a niñas y niños a identificar conductas peligrosas, a reconocer sus derechos y a pedir ayuda.
Además, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) señala que la educación con enfoque de género rompe ciclos de violencia intergeneracional, ya que fomenta relaciones igualitarias desde la infancia.
¿Qué hace falta para la prevención de violencia?
- Currículas con perspectiva de género desde el preescolar.
- Capacitación docente constante y obligatoria en temas de derechos de la infancia, género y cuidado emocional.
- Participación familiar: madres, padres y cuidadores necesitan herramientas para criar sin violencia.
- Fomentar espacios seguros donde niñas y niños puedan hablar sin miedo.
El maltrato infantil no empieza con un golpe. Empieza cuando se le dice a una niña que debe obedecer sin preguntar. Cuando se le exige callar. Cuando se ignora su dolor. Por eso, la prevención de violencia debe comenzar mucho antes del primer golpe: desde las palabras, las actitudes y los ejemplos cotidianos.
La lucha contra el maltrato infantil no se gana solo con castigos a los agresores, sino con acciones sostenidas que impidan que la violencia ocurra en primer lugar. Y eso solo es posible si la educación deja de ser neutral ante el género y se convierte en una herramienta transformadora. Porque la prevención de violencia también es educación. Y la educación, también puede salvar vidas.
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