¿Por qué hay estudiantes que se sienten agredidos aunque nadie los haya empujado o insultado directamente? Las violencias más comunes en las escuelas no siempre son físicas ni explícitas. Las microviolencias escolares, muchas veces normalizadas, forman parte de una violencia estructural más amplia que moldea el día a día en las aulas mexicanas. Entenderlas es el primer paso para erradicarlas.

Las microviolencias escolares son actos cotidianos que, aunque sutiles, generan exclusión, discriminación o maltrato. Pueden ser comentarios sexistas, burlas normalizadas, omisiones hacia estudiantes con discapacidad o ignorar identidades de género diversas.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), las microviolencias son formas de agresión simbólica que sostienen sistemas de opresión como el machismo, el clasismo o la homofobia. En el aula, pueden pasar desapercibidas, pero dejan huellas profundas en la autoestima y el aprendizaje.
De lo invisible a lo estructural
Estas formas de violencia no son hechos aislados. Se insertan en una violencia estructural que organiza jerarquías dentro del sistema educativo. De acuerdo con el estudio “Educación y desigualdades” del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), niñas, estudiantes indígenas y personas LGBT+ enfrentan condiciones de mayor vulnerabilidad en las escuelas públicas.
Las reglas no escritas del aula —como quién puede hablar, qué se celebra o qué se calla— reproducen estas desigualdades. Así, las microviolencias refuerzan el bullying, el acoso escolar y otras formas de exclusión.
Ejemplos concretos de microviolencias escolares
- A una niña que quiere jugar fútbol se le dice que eso es “de niños”.
- Un alumno indígena recibe burlas por su forma de hablar, sin intervención del docente.
- Una estudiante trans es llamada por su nombre legal en listas oficiales, ignorando su identidad.
Estos actos, aunque pequeños, son constantes. Según datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), el 42 por ciento del estudiantado en México reporta haber sido testigo de al menos una forma de violencia simbólica en el aula.
¿Cómo prevenir estas violencias?
Visibilizar es prevenir. La formación docente con enfoque en derechos humanos y género es clave. Programas como “Educación Inclusiva” de la SEP (2021) han empezado a incorporar contenidos sobre diversidad, pero su implementación sigue siendo desigual en el país.
También es fundamental crear espacios donde estudiantes puedan nombrar lo que viven. Reconocer las microviolencias escolares es parte del proceso de transformación educativa. Las microviolencias escolares son el primer eslabón de una cadena más grande de opresión. Si no se reconocen, se reproducen. Romper con la violencia estructural desde el aula es posible, pero exige valentía, formación y escucha activa.
¿Y tú, qué violencias normalizadas estás dispuesto a dejar de tolerar?
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