¿Por qué, después de casi tres décadas de promesas de igualdad, las mujeres en los parlamentos siguen siendo minoría? La respuesta es compleja, pero los datos más recientes de ONU Mujeres y la Unión Interparlamentaria (UIP) ofrecen un panorama preocupante y urgente que debemos entender para impulsar el cambio.

En pleno 2025, sólo el 27.2 por ciento de los escaños a nivel mundial están ocupados por mujeres en los parlamentos. Este dato representa apenas un avance de 0.3 puntos porcentuales respecto a 2024. El crecimiento, aunque constante desde 1995 —cuando la representación era del 11.3 por ciento—, hoy muestra su ritmo más lento desde 2017.
ONU Mujeres advierte que la promesa de igualdad en liderazgo político, formulada hace tres décadas en la Conferencia de Beijing, está lejos de cumplirse. Los hombres aún superan a las mujeres en roles ejecutivos y legislativos por más de tres a uno. La participación femenina en gabinetes ministeriales también cayó: actualmente, sólo el 22.9 por ciento de esos cargos están en manos de mujeres.
Violencia, sexismo y barreras estructurales
Más allá de las cifras, el contexto es clave. La violencia política y el acoso siguen siendo obstáculos persistentes. En Asia-Pacífico, por ejemplo, el 76 por ciento de las parlamentarias han sufrido violencia psicológica y el 60 por ciento ha sido víctima de hostigamiento digital. Esta realidad no solo limita la participación de mujeres en los cargos, sino que además pone en riesgo sus derechos y su seguridad.
La desigualdad no es homogénea. Las Américas lideran con un 34.5 por ciento de representación femenina, seguidas por Europa con 31.8 por ciento. En contraste, Oriente Medio y Norte de África apenas alcanzan el 16.7 por ciento. Solo seis países han logrado la paridad total: Rwanda, Cuba, Nicaragua, México, Andorra y Emiratos Árabes Unidos.
Mujeres en los parlamentos: ¿qué medidas pueden cambiar el rumbo?
La presidenta de la UIP, Tulia Ackson, ha sido clara: se requieren “medidas decisivas”. Esto incluye cuotas obligatorias, reformas electorales y mecanismos de protección contra la violencia de género en política. Sin estos cambios estructurales, el avance seguirá siendo simbólico y lento.
El compromiso de los hombres también es clave. No se trata solo de abrir espacios para mujeres, sino de transformar las culturas políticas patriarcales y garantizar condiciones equitativas de participación. La equidad sustantiva en los parlamentos deriva en políticas de perspectiva de género y justicia social. Así que el problema no se limita a un tema de representación en cargos altos, sino en algo que nos compete a todas y todos como sociedad.
Aunque ha habido progreso, que las mujeres en los parlamentos ocupen solo el 27 por ciento de los escaños deja en evidencia que no hay democracia plena sin igualdad sustantiva. Las barreras son múltiples, pero también lo son las soluciones. La participación política femenina no puede depender del tiempo: necesita voluntad, políticas públicas y compromiso colectivo ahora.
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